
En vano, nos parece, clamar por un pacto de estado entre PSOE y PP. Entre otras razones, porque el PSOE ya reproduce en su seno la misma estructura confederal hacia la que avanza España inexorablemente tras los resultados del 9-M.
En su conversión, desde un partido nacional a una confederación de partidos, el PSOE, al menos en apariencia, ha ido fagocitando a cuantos se han acercado. IU y ERC han sido atrapados por los pseudópodos socialistas y deglutidos por el macrófago. Pero sólo en la apariencia de votos perdidos y sus poltronas resultantes. Porque su ideología, lejos de haber sido degradada, como correspondería a lo esencial del proceso de fagocitación, ha sido incorporada y asimilada como parte de la estructura del PSOE. Y, al igual que España, esa estructura se va deshaciendo en federaciones de partidos con intereses contrapuestos y en equilibrio precario. Zapatero no puede gobernar sin el PSC que, en la práctica, es lo mismo que ERC, con quien gobierna en Cataluña y con quien concurrió conjuntamente en las listas para el senado. Y si, entonces, es una simbiosis ¿cómo pactar? ¿Con quién?
El PSOE es, en efecto, lo más parecido a España, pero sólo porque a él le ha correspondido su gobernación en la mayor parte de la historia de la Constitución del 78. En estas circunstancias, apelar al pragmatismo de Zapatero esperando un viraje de su política puede no ser más que la expresión de una necesidad que choca contra la propia evolución del partido en el poder. Y una evolución a la que podría sumarse el Partido Popular también por puro pragmatismo. ¿Por qué Madrid o la Comunidad valenciana van a ser menos que el País Vasco o Cataluña?
Desde los púlpitos socialistas se conmina a la derecha a “civilizarse”, a “centrarse”, a estar “a la altura de los tiempos”, eufemismos para camuflar lo que se espera de ella: que acepte la evolución de España hacia el federalismo asimétrico. Después veremos.
Las voces tienen cierto eco en el PP que bien podría iniciar su proceso de tránsito desde la “barbarie española” hacia la “muy civilizadísima confederación de realidades nacionales”, exigiendo, en las Comunidades Autónomas donde gobierna con superávit, el mismo trato estatutario que las “comunidades históricas”. Y que la asimetría se encargue de explicarla el socialismo extremeño o andaluz.
No obstante, la obligación de Rajoy es proponer el pacto aunque sólo sea para poder entonar, posteriormente y a lo Don Juan, “Llamé al cielo y no me oyó / y pues sus puertas me cierra/ de mis pasos en la tierra/ responda el cielo/ no yo”.
Y nuestra obligación es la de recordar, por enésima vez, que las amenazas a España cada vez son más fuertes, porque aunque los partidos separatistas más radicales, como ERC, hayan sufrido un importante retroceso, sus ideales se han incorporado a la nave nodriza del PSOE hasta empapar a España por los cuatro costados.
FUNDACIÓN DENAES, PARA LA DEFENSA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA