Las elecciones autonómicas gallegas y vascas han sido una continuidad de la tendencia vivida en las generales del 26 J: reforzamiento de los partidos tradicionales, incluyendo a las sectas separatistas, agotamiento del denominado «cambio» y trayectoria cada vez más a la baja del PSOE


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Si el famoso escritor italiano José Tomás de Lampedusa dejó escrito en su famosa novela El gatopardo que «todo cambia para que todo siga igual», está claro que «el cambio» vivido en las elecciones municipales y autonómicas del año 2015, donde todo cambió para que todo siguiera igual (fue una mera alternancia electoral y no un cambio de régimen), y en las dobles elecciones generales de 2015 y 2016, está poco a poco perdiendo fuelle y va dejando paso nuevamente a los partidos más tradicionales. Al menos, en lo referente a las dos convocatorias electorales, en Galicia y País Vasco, que tuvieron lugar ayer domingo.

En Galicia, el Partido Popular liderado por Alberto Núñez Feijoo, ha literalmente arrasado. 41 escaños de 75 posibles dejan bien a las claras cuál es la fuerza hegemónica en Galicia desde los comienzos de la democracia coronada. Pese a su irrupción desde la nada, En Marea, la marca blanca de Podemos en esta comunidad autónoma, tan sólo logra 14 escaños, los mismos que un PSOE cada vez más a la deriva. La secta separatista del BNG acapara los seis lugares restantes en el parlamento regional gallego.

Huelga decir que la situación de inmersión lingüística en lengua gallega, practicada por los gobiernos de Fraga y Feijoo durante décadas, seguirá manteniéndose en el tiempo; tampoco En Marea parecía dispuesta a ceder lo más mínimo, dadas las declaraciones de sus adalidades en los meses previos a los comicios. De hecho, Podemos albergaba notables esperanzas de cara a las elecciones gallegas, que sin embargo fueron diluyéndose a medida que iba desarrollándose la campaña electoral: poca afluencia a sus mítines, errores en el buzoneo electoral, enviando papeletas electorales de provincias que no correspondían… El caso es que a partir de hoy se encontrarán con sus conocidos compañeros de viaje socialistas en la oposición, con el premio de consolación de haber logrado el tan pedante «sorpasso» en votos, aunque no en escaños. Cuatro escaños perdidos por los socialistas son suficiente aviso de la deriva agónica del partido que llegó a gobernar en 2005 en singular pacto con el BNG.

Por otro lado, la otra fuerza del «cambio», Ciudadanos, se ha quedado a cero. La candidatura de la periodista Cristina Losada no ha conseguido el suficiente empuje para alcanzar representación en el parlamento gallego, mostrando así la cada vez más errática trayectoria de la proteica formación naranja, capaz de pactar con unos y con otros para fracasar igualmente.
Asimismo, con una participación superior al sesenta y tres por ciento, casi diez puntos más que hace cuatro años, las elecciones gallegas han demostrado una tendencia cada vez mayor en cuanto a movilización del cuerpo electoral, en contraste con el desencanto cada vez mayor que existe a nivel nacional, donde el bloqueo parlamentario amenaza con mantener a la Nación Española sin gobierno durante un año entero.
Y si en Galicia el triunfo del Partido Popular ha sido sencillamente arrollador, en el País Vasco la dispersión sigue manteniéndose, pero con el triunfo del partido de siempre: la sin par secta separatista denominada Partido Nacionalista Vasco, que ha ganado como acostumbra (tan sólo en el año 1987 perdió ante el PSE del desaparecido Francisco Benegas, aunque éste le cedió el poder como consecuencia del pacto de gobierno a nivel nacional entre el PSOE de Felipe González y el PNV del ex jesuita Javier Arzalluz), y con un buen resultado que pueden festejar el secretario general del partido Antonio Ortúzar, y el candidato Ignacio Urkullu: un total de 29 diputados regionales, dos más que hace cuatro años.

Tantas veces ha ganado ya el PNV, la secta separatista paradigmática en la autonomía vasca, que no puede considerarse una sorpresa ni siquiera que hasta haya conseguido mejorar sus resultados electorales. Parece que hasta los peneuvistas podrán elegir socio de gobierno, aunque muchos apuntan que será el disminuido Partido Socialista del País Vasco, el PSE, quien alcance semejante honor. Conviene hacer seguimiento de este futurible pacto de cara a otros acuerdos de mayor altura nacional…

Como segunda formación se mantiene otra secta separatista, la marca blanca de ETA, EH Bildu, con 17 parlamentarios, cuatro menos que en las elecciones de 2012. Por su parte, Podemos, que en las dos últimas elecciones generales, en 2015 y 2016, había ganado en votos en la autonomía vasca, se ha quedado como tercera fuerza política, con 11 representante en el parlamento vasco. Por su parte, PSOE y PP quedan empatados a 9 escaños, aunque con una sensible bajada del PSOE, ya que de 16 escaños en 2012 se queda ahora en los citados 9. El denominado «constitucionalismo» es cada vez más residual en la autonomía vasca, y eso no es precisamente algo positivo que reseñar. Por su parte, Ciudadanos repite el desastre gallego y se queda a cero.

Desde la Fundación Denaes destacamos los resultados de esta doble convocatoria autonómica como una inversión de la tendencia que durante más de un año se estaba viviendo, pues el denominado «cambio», pese a la irrupción de Podemos mediante sus Mareas en Galicia o en el País Vasco, se nota una clara tendencia a la baja, mientras que los partidos políticos más tradicionales, incluyendo a sectas separatistas como el PNV o EH Bildu en el País Vasco, recuperan posiciones para continuar con su secular amenaza contra la Nación Española.

Fundación Denaes, para la Defensa de la Nación Española.