En la Nación Española vivimos constantes gestos desafección a la patria común de ciudadanos españoles que, sin embargo, en sus proyectos y horizontes han dejado de serlo por completo


Bandera_espanola_quemada_opt.jpg

Hace ya más de tres décadas, en el año 1982, el periodista Gregorio Morán, autor de numerosos libros relativos a la Transición democrática de la Nación Española, publicó un libro titulado Euskadi, 1937-1981, obra que fue reeditada en el año 2003 bajo un título mucho menos inocuo y desde luego mucho más explícito: Los españoles que dejaron de serlo. Si en los primeros años de la Transición la obra de Morán tuvo escasa repercusión editorial, al menos fuera del País Vasco, su reedición provocó mucha mayor expectación, en una época donde se prestaba ya mayor atención a la amenaza que los separatismos manifestaban y siguen hoy manifestando contra la Nación Española.

Con una amplia documentación, Morán describe en esta obra el contexto en que se obró el proceso de formación de la banda terrorista separatista ETA, la evolución de las relaciones entre el Partido Nacionalista Vasco y la propia ETA, que tomaron su mejor expresión en la famosa frase de Javier Arzallus, «ellos agitan el árbol y nosotros recogemos las nueces», y el denominado «clan de Neguri», en referencia a la oligarquía financiera vasca fundada en el siglo XIX en el proceso de industrialización de la región, y que se vio zarandeada en este proceso de agitación del antiespañolismo en el País Vasco.

Pese a que el libro deriva, como otros muchos de Morán, en vericuetos en ocasiones tangenciales a la propia naturaleza del tema a tratar, el título deja muy a las claras un hecho que ha ido sucediendo no sólo en el País Vasco, sino en otras regiones periféricas de la Nación Española como Cataluña, Valencia o Galicia: que una serie de ciudadanos españoles, que ante el resto del mundo se identifican como tales y que participan de todo tipo de instituciones propias de la Nación Española, han caído en una profunda desafección contra nuestra patria común.

La reciente noticia del brutal ataque perpetrado en Barcelona contra dos mujeres, que ofrecían información sobre la Selección Española de Fútbol y los medios que se pondrían a disposición de los barceloneses para poder seguirla, no es sino la punta de un iceberg de dimensiones más que considerables. Los abucheos al Himno Nacional Español y al Jefe del Estado en las recientes Finales de la Copa del Rey de fútbol, realizados con total impunidad y formando la afición o aficiones de clubes claramente desafectos a nuestra Nación, como el Fútbol Club Barcelona o el Athletic Club de Bilbao, formando un solo cuerpo, son ya una muestra demasiado grande como para querer tapar el sol con un dedo: existen así instituciones que constituyen un canal para toda esta desafección, expresada además en los planes y programas de diversos partidos políticos cuyos fines son la destrucción de la Nación Española.

Esto es, se trata no de partes de la Nación Española que buscan la mera administración de su territorio y la dirección de su política, sino que son partidos de otro orden, de carácter extravagante, ya que no pretenden la continuidad de la Nación Española en el tiempo, sino precisamente lo contrario: despedazarla, destruirla, para que de semejante pulverización de la soberanía nacional emerjan sus fantasiosas naciones fraccionarias, que no canónicas al no edificarse sobre ninguna nación histórica previa, al contrario de la Nación Española y su tradición de siglos con una lengua, historia y costumbres comunes previa a la formación de la Nación Española de ciudadanos en la Constitución de 1812.

Así, el terrorismo de ETA, hoy latente como amenaza en el País Vasco y otros lugares de nuestra geografía nacional, preparándose para cometer nuevos atentados terroristas cuando la situación le sea propicia (los eufemísticamente denominados «accidentes mortales» por el nefasto Presidente Zapatero, en sus años de una negociación con ETA que fue un verdadero caso de alta traición), no es una conducta criminal contra seres humanos, sino una violencia perfectamente institucionalizada, que aprovecha de los cauces democráticos que, dado el formalismo y el fundamentalismo democrático que tanto daño ha hecho en España, recibe de las instituciones que intentan hacer quebrar a toda costa.

Por su parte, la constante amenaza separatista en Cataluña, que hoy parece más sincopada ante la constatación de no poder conseguir hechos consumados que sean refrendados por el Gobierno de España, se ampara sin embargo en un chantaje muy curioso, donde se pide la independencia, pero periódicamente ayuda del propio tesoro español para que la deuda catalana no amenace ruina.

Tenemos, por lo tanto, una serie de españoles que se expresan en español, a veces combinado, pero que, por otra de la educación en la mentira histórica del separatismo, creen que en el fondo viven oprimidos por la «cárcel de pueblos» española, que la inexistente Batalla de Arrigorriaga en el siglo IX fue la prueba de la irreductibilidad secular de los vascos, cuya sangre estaba claramente emparentada con la Monarquía Hispánica, o que el 11 de Septiembre de 1714 fue un hito en la lucha de la independencia de Cataluña frente a España, en lugar de ser, como bien dejó escrito Casanova, parte de la lucha «por la independencia y la libertad de España» en el contexto de la Guerra de Sucesión al trono español.

Son esos mismos sujetos, moldeados en el delirio y el odio a España, los que queman nuestra bandera, ultrajan nuestro Himno Nacional o participan proactivamente en campañas favorables a la formación de selecciones nacionales separatistas, pero que no tienen empacho alguno en participar de todos los beneficios, muchos de ellos monetarios, que conlleva el pertenecer a la Nación Española que tanto desprecian, dada la imposibilidad de formar parte de una nación vasca una nación catalana, una nación gallega, &c.

Desde la Fundación Denaes constatamos el daño que los separatismos han provocado en la Nación Española a una porción significativa de varias generaciones de nuestros compatriotas, adoctrinados en unas ideologías delirantes en contra de España, y convirtiéndoles así en sujetos desafectos a la propia Nación que les otorga una nacionalidad y unos privilegios a los que, sin embargo, en un gesto de claro cinismo, se niegan a renunciar. Unos ciudadanos españoles a todos los efectos que, sin embargo, en sus proyectos y horizontes han dejado de serlo por completo.

Fundación Denaes, para la Defensa de la Nación Española.