Sustentar la unidad de la Nación española sincrónicamente sobre los frágiles hilos de la voluntad, ¿no es al fin un modo de asegurar desde idénticos presupuestos la destrucción de España justo en el más dulce momento para sus enemigos?


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El pasado sábado y en El Entrego, en plena cuenca (ex)minera, el (ex)dirigente comunista Santiago Carrillo impartió una conferencia donde, frente a un nutrido auditorio compuesto mayoritariamente por (ex)trabajadores de Hunosa, dirigentes de (ex)sindicatos, parásitos del poder amparados en la impunidad de una idílica Asturias (ex)revolucionaria y demás (ex)luchadores por la libertad de la clase (ex)obrera, explicó sin pudor alguno su concepto de (Ex)paña en la línea de una (ex)izquierda moderna, europea y descafeinada. Probable catarsis, esto último, más que oportunista lavado de imagen o simple astucia de perro viejo respecto a su (ex)estalinismo y a su siempre esquivada (ex)responsabilidad en las matazas del Madrid frentepopulista. Demasiados “ex”, pensamos, en una parte de España ya de por sí tan depauperada y nostálgica que su escandaloso porcentaje de parados sólo es comparable a su ilimitada dependencia de los fondos públicos, asumida ya como inevitable por parte de sus interesados y lustrosos dirigentes.

Pues bien, defendió este angelical Carrillo un modelo federalista de Estado; volvió a atacar a la Iglesia, elogió la política social de Zapatero -incluida su rosa y contumaz heterofobia- e incluso justificó la existencia del terrorismo islámico en términos marxistas como consecuencia “de una reacción de un pueblo con pocos recursos, con un escaso acercamiento a la cultura moderna (sic), contra los pueblos que ven que se lo llevan todo”. Tendencia esta de la moderna izquierda a reinventar el Islam como una nueva y global clase proletaria -cuando la occidental ya no da más de sí, traicionada y entregada por esa misma izquierda a las fauces del capitalismo- que ya empieza a ser más que preocupante, por lo que significa apadrinar y disculpar una de las lacras más reaccionarias, despóticas y perniciosas que ha padecido la humanidad entera y especialmente España a lo largo de su historia.

Pero lo más jugoso del discurso de Carrillo en El Entrego fueron sus alabanzas al “modelo de Estado iniciado por Zapatero”, que según él “une España” al tratarse de “una cohesión voluntaria, no impuesta”.

En primer lugar, resulta muy fácil hablar de libre albedrío en una región -Asturias- que es quizá la única de toda España cuyo pasado izquierdista no se ha aliado históricamente a la tiranía del terror ni a las mentiras del nacionalismo. Salga el viejo comunista de este terreno acolchado, nido de libertad y rebelión frente al tirano por lo menos desde Covadonga; desplácese sólo 300 kms. hacia el Este e intente pronunciar estas mismas palabras: sonarían a broma macabra. Porque la voluntariedad que él reclama para convivir en una España unida es negada sistemáticamente por aquellos que la quieren separada.

Pero es que -y aquí viene lo importante- tampoco se trata sólo de una descompensación territorial de libertades. Porque la unidad de España no puede depender exclusivamente de la política o la voluntad de los españoles, como quiere Carrillo, sino de siglos de historia hecha Nación por la voluntad y a veces por la sangre vertida a través de muchas generaciones. Recordamos a este respecto unas palabras de Azorín, el autor de La voluntad (1902) -ésta, en cambio, profundamente regeneradora-, escritas en 1914 pero que reducen el problema a su justo término:

«No es el Estado español el que está enfermo por externos errores de política sólo; que quien está enferma, casi moribunda, es la raza, la substancia nacional, y que, por lo tanto, la política no es la solución suficiente del problema nacional, porque éste es un problema histórico».

Sustentar, pues, la unidad de la Nación española sincrónicamente sobre los frágiles hilos de la voluntad, ¿no es al fin un modo de asegurar desde idénticos presupuestos la destrucción de España justo en el más dulce momento para sus enemigos? Se entiende así el proislamismo de esta “nueva izquierda” y cabe sospechar entonces lo que se esconde tras su edulcorada imagen de modernidad y europeísmo. Carrillo, pues, sabe lo que dice cuando lo dice. Y donde lo dice.

FUNDACIÓN DENAES, PARA LA DEFENSA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA