La mayoría parlamentaria –el Partido Socialista y los grupos que le apoyan– ha vetado que el presidente Zapatero comparezca en las Cortes para informar sobre la guerra de Afganistán.


Escocido por el multitudinario plante ciudadano contra las cesiones al etarra De Juana, el Gobierno ha reaccionado resucitando la guerra de Irak. Contra Aznar vivíamos mejor.

Sorprendentemente, al mismo tiempo la mayoría parlamentaria –el Partido Socialista y los grupos que le apoyan– ha vetado que el presidente Zapatero comparezca en las Cortes para informar sobre la guerra de Afganistán, conflicto que ya ha costado la vida de diecinueve militares españoles. La oposición pretendía que el presidente explicara la actual situación del contingente español y, además, se comprometiera a informar mensualmente sobre la evolución del conflicto. Realmente, con ello no haría sino cumplir con su obligación. Pero eso es lo que la mayoría parlamentaria ha frustrado.

Ellos sabrán lo que hacen, pero esta especie de cerrojazo informativo institucional que la mayoría parlamentaria ha decretado sobre la guerra de Afganistán huele de lejos a cacicada. Es también un desprecio inaceptable para los españoles destacados en Afganistán, para sus familias y para la opinión pública en general. Tirar la piedra en Irak y esconder la mano en Afganistán es una estrategia simplemente hipócrita. Se echa de menos un poco más de sentido del Estado.