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“No hay que tener miedo a que la sociedad vasca, la gente, decida”; “hay que tener valentía, las instituciones no pueden desconfiar del pueblo”. Con este tipo de declaraciones, o fórmulas parecidas, acompaña Ibarreche -y en general otros componentes del PNV- sus planes de consulta popular (referéndum) que buscan, a la postre, la secesión del País Vasco respecto de España.

Muchos, en efecto, y como caídos de un guindo, ven, con toda candidez, en los planteamientos de Ibarreche una salida “genuinamente democrática” al “problema vasco”, toda vez que la consulta popular supone dejar, “por fin”, que “el pueblo hable”, y “decida”.

Ahora bien, le preguntamos a Cándido desde Denaes, ¿qué pueblo?, ¿quién es el titular de la soberanía al que se le “consulta”?, ¿cuál es el sujeto político de referencia?

Y es que, puesto que es esto lo que se discute, el planteamiento del referéndum es una medida puramente populista que no resuelve absolutamente nada. Veamos.

Si se determina que el sujeto consultado es “el pueblo vasco”, ya no hace falta votar, porque, y este es el asunto, ya se habría considerado como soberana a lo que, constitucionalmente, no es sino una fracción de la soberanía española. Así que, antes de que el “pueblo vasco” fuese consultado ya se habría decidido (y decidido por él) que solo él es el que tiene que ser consultado. Ya no haría falta votar, pues.

De otro modo, si se determina que el sujeto al que hay que consultar es al pueblo español, titular de la soberanía desde el punto de vista constitucional, entonces tampoco haría falta votar porque seguiríamos en las mismas: lo que desde el secesionismo se llama “pueblo vasco” seguiría sin “decidir” puesto que habría decidido en efecto pero, tan solo, como participante de la soberanía española. Esta participación, naturalmente, el secesionista la entiende como represión sobre el pueblo vasco (es decir, participar de la soberanía española supone quedar “anulado” como “pueblo”, dice Don Aberchale) y, por tanto, seguiría pretendiendo la secesión.

En definitiva un referéndum que no resuelve absolutamente nada, es decir, completamente absurdo, pues su propio planteamiento, de una forma o de otra, lo vuelve superfluo.

Pero, además de todo esto hay otro componente en el planteamiento de Ibarreche que lo hace, ya no solo oportunista por populista (buscando la adulación del pueblo aún a costa de plantear planes absurdos), sino directamente perverso políticamente.

Y es lo siguiente: el planteamiento elude, nada menos, a aquellas más de 900 víctimas mortales de ETA que ya no pueden “decidir” en absoluto. Esto hace completamente ilegítimo, injusto, un planteamiento en este sentido.

FUNDACIÓN DENAES, PARA LA DEFENSA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA