Como si de una reedición de épocas pasadas se tratase, ahora unos presuntos intelectuales separatistas en Cataluña firman un manifiesto donde invocan el catalán como única lengua propia de la autonomía


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Pareciera que en la Historia sucediera aquel refrán de que su repetición sólo se produce en la forma de parodia. Si remontamos nuestra memoria histórica a la Francia de finales del siglo XIX, en la que el famoso “caso Dreyfuss”, en el que escritores de renombre como France o Zola, protestando contra la injusta condena al oficial del ejército francés en su texto “Yo acuso”, plasmaron su firma en un denominado por vez primera “Manifiesto de los Intelectuales”, para englobar a los diversos profesionales de las letras que lo suscribían.

Sin embargo, los representantes de semejante clase de “intelectuales” fueron revelándose a lo largo del tiempo como verdaderos impostores, puesto que desde su oficio de escritor pretendían nada menos que reivindicar la sabiduría más compleja y sólo común a su oficio por expresarse mediante letras. Y en esa situación estamos, donde la costumbre de denominar intelectual a aquel que firma manifiestos de intelectuales, ha cobrado una singular importancia la pasada semana en una Cataluña dirigida por sediciosos antiespañoles, cuyas esperpénticas resoluciones no dejan de sorprendernos más y más cada día.

Así, el pasado jueves 1 de Abril se presentó en el paraninfo de la Universidad de Barcelona el manifiesto “Por un verdadero proceso de normalización lingüística en la Cataluña independiente”, cuyos impulsores se integran en el denominado Grupo Koiné, estrechamente vinculado de inicio a la ANC e integrado por profesionales de la lengua catalana. En tan singular escrito, los escritores que se manifiestan en pos de una lengua común (el significado de la koiné griega que les da nombre), pide que sólo el catalán sea considerado como lengua oficial en Cataluña, puesto que para ellos el castellano [sic] es una lengua «impuesta» y propia de la «inmigración» española.

Este singular panfleto ha sido suscrito por más de 170 personas, que incluyen a académicos, profesores universitarios, escritores, estudiosos, docentes y otros profesionales de la lengua. Entre los abajofirmantes más caracterizados de este casi doble centenar de especialistas, se encuentran nada menos que cinco Premios de Honor de las Letras Catalanas, tales como Jaime Cabré, José Massot, Juan Francisco Mira, María Antonia Oliver y Juan Veny.

Las líneas de este auténtico disparate no tienen el más mínimo desperdicio. En él, los citados académicos denuncian que «la lengua de la inmigración toma a todos los efectos el rol de lengua por defecto». ¿A qué “lengua de la inmigración” se refieren estos sujetos? No parece que se refieran al árabe que usan muchos de los inmigrantes musulmanes que pueblan mucha ciudades catalanas, sino más bien a ese español al que degradan al reducirlo a su condición de “castellano”. Lengua que para estos mercenarios al servicio del separatismo catalán es propia de anormales, puesto que afirman que su uso provoca que «la anormalidad lingüística actual siga siendo garantizada y se convierta en la falsa normalidad de la república».

En su atrevida ignorancia, afirman semejantes abajofirmantes que «El mecanismo para conseguir la implantación del castellano en Cataluña fue y sigue siendo la bilingüización forzosa de la población. Un proceso que costó siglos y que hasta 1939 todavía era bastante precario en cuanto a la mayor parte de las clases populares». Si no fuera porque tras semejante mentira histórica se camuflan las más nauseabundas sectas separatistas antiespañolas, semejante afirmación merecería ocupar la primera línea de una antología del disparate: estos académicos mercenarios ignoran que en el siglo XIII ya se hablaba español en Barcelona con plena normalidad, producto de la propia dinámica de la Nación Española, que fue usando como koiné (el mismo nombre del grupo sedicioso) el español, lengua que si bien no fue mayoritaria en la población del lugar hasta el proceso de la revolución industrial (esto es, el de la consolidación de la industria catalana que se convirtió en verdadero motor de España durante el siglo XIX), atrajo en buena lógica a muchos trabajadores del resto de España. Esto es, la lengua española y su implantación están ligadas al progreso económico y social de Cataluña dentro de España, y no a malvados planes centralistas.

En el colmo del delirio, consideran que «el régimen constitucional de 1978 ha reafirmado la continuidad de la imposición político-del castellano en Cataluña» y no ha revertido «la norma social de uso subordinado del catalán al castellano que condiciona el uso lingüístico cotidiano de la inmensa mayoría de los hablantes y que lleva a una indefectible sustitución de la lengua del país por la lengua impuesta por el Estado» ¡Pero si precisamente bajo el actual régimen constitucional se reconoció la cooficialidad del catalán, pese a ser ya una lengua muy minoritaria en Cataluña!

Finalizan estos mercenarios de la pluma afirmando que las instituciones y los ciudadanos deben implicarse para que la lengua catalana “vuelva a ser la lengua del país”. Pero como bien hemos señalado en numerosas ocasiones desde la Fundación Denaes, el actual catalán no es más que una lengua de laboratorio que jamás fue lengua de los catalanes, al contrario del lemosín que citaba Joaquín Aribau en su Oda a la patria de 1832, y que jamás pudo ser lengua de un país que nunca ha existido ni política ni étnicamente como comunidad diferenciada de la Nación Española.

Fundación Denaes, para la Defensa de la Nación Española.