La ponencia política del próximo Congreso del Partido Socialista de Cataluña está repleta de alusiones a la plurinacionalidad de España, referencias a una «bilateralidad» entre Cataluña y la Nación Española y otras lindezas que lo convierten en la práctica en un partido extravagante más
Varado en la arena de la realpolitik el proyecto separatista que las sectas sediciosas iniciaron oficialmente tras las elecciones «plebiscitarias» del 27 S en Cataluña, las diferentes fuerzas políticas tanto regionales como nacionales o no nacionales (tal es el caso de Podemos), han buscado la manera de reconducir la situación en esta autonomía española, todas ellas, salvando al Partido Popular, con menoscabo para la unidad de la Nación Española amenazada por el proceso separatista, bien mediante la propuesta de federalizar la soberanía nacional, que ya no contenta a los sediciosos catalanes, bien con la celebración de un referéndum separatista con todas las garantías legales y plenamente vinculante, al modo del acontecido en Escocia en el año 2014, con el objeto de definir si el reino británico seguía perteneciendo al país atlántico o se desgajaba del mismo.
La última de las ocurrencias planteadas para volver a reavivar este proceso sedicioso, la tenemos en la ponencia política para el próximo Congreso del Partido Socialista de Cataluña, hecha pública la pasada semana. Se trata de un texto que, en la práctica, pone fin a cualquier posibilidad de una reforma constitucional. Y es que el partido que representa al PSOE en Cataluña plantea no una reforma constitucional en forma en su ponencia política, sino que asume literalmente las tesis de los separatistas catalanes; tanto es así que aparecen reflejadas, en su completa literalidad, tesis tales como que España es un estado «plurinacional», esto es, una «cárcel de pueblos», que en consecuencia ha de plantearse una «bilateralidad» de relaciones entre Cataluña y el resto de España (o el Estado, como suelen expresar estos pedantes transcriptores), y abogan por la recuperación de los derechos históricos de esta «nacionalidad histórica».
Literalmente, la propuesta estrella del PSC para su conferencia política de los días 5 y 6 de Noviembre de este año es plantear «un referéndum a la canadiense», en referencia al convocado en Quebec en el año 1995, junto a una «Ley de Claridad» calcada de la que los canadienses aprobaron en el año 2000, y con el objetivo de determinar los pasos a seguir, en caso de que un hipotético referéndum separatista diera como resultado el Sí a abandonar la Nación Española de Cataluña o cualquier otra autonomía que así lo pidiese. Con este mecanismo, que la ponencia política señala que establecería «las condiciones para, si procede, verificar el apoyo ciudadano a una eventual secesión», el Secretario General del PSC, Miguel Iceta, pretende poner negro sobre blanco su estrategia para salir de la decadencia electoral en la que se ha sumido el partido durante los años posteriores al fin del gobierno tripartito de 2003 a 2010.
Si ya el propio PSOE deja muy ambiguo su proyecto de reforma constitucional en un sentido federal —¿aluden acaso al «federalismo asimétrico» postulado en su día por Pascual Maragall, en el contexto del Pacto del Tinell y el Tripartito, cuando personajes como Pedro Sánchez o Rubalcaba han defendido expresamente que hay que buscar «un nuevo encaje (¿cuántos van ya?) para Cataluña?—, la propuesta del PSC es aún peor porque en ella las ambigüedades desaparecen y uno se sitúa en lo peor: para los socialistas catalanes ya está asumido que hay españoles de primera y españoles de segunda clase, que unos tienen derecho a erigirse en «dueños de su propio destino» mediante la convocatoria de consultas y referéndums, mientras el resto debe aceptar pasivamente los resultados de los mismos, aunque supongan el descuartizamiento de la patria común de todos los españoles, la Nación Española.
También queda claro, tanto en el caso del PSOE como en el de su filial catalana, que las competencias de las Comunidades Autónomas son algo ya propio de semejantes entes y que la soberanía española quedará en algo residual con el tiempo, ya que el partido del hoy moribundo Sánchez ha dejado claro que en su proyecto de reforma constitucional no sólo figurará el nombre de las diecisiete autonomías, sino que también aparecerán junto a su designación las competencias que poseen, como si fueran realmente suyas y no una cesión de la propia Nación Española, a revertir cuando sea necesario. Cabe preguntarse entonces: ¿qué espacio se reserva para los votantes socialistas no nacionalistas en Cataluña, el verdadero espacio electoral para el que nació en la Transición democrática el PSC? Ninguno.
Como es lógico, el PSC sigue con la misma demagogia de Podemos, constatado que sale rentable intentar apropiarse del voto separatista para aumentar o cuando menos mantener el número de escaños; si la coalición Unidos Podemos se considera fracasada por no haber logrado el tan anunciado «sorpasso», no es menos cierto que ha crecido precisamente allí donde las sectas separatistas mandan, como en el País Vasco y Cataluña, siendo capaces de ganar en en esas autonomías las elecciones generales y de postularse a vencer en los respectivos comicios autonómicos. Parece que el PSC, cuya base social ha ido mermando por la errática trayectoria sostenida los últimos años, intenta recuperarse siguiendo esta lamentable vía.
Bien sabemos que la Nación Española poco tiene que ver con el Canadá que tanto invocan los sediciosos como ejemplo a seguir, cuando el escocés, el lituano o cualquier otro peregrinamente escogido no les sirve, puesto que no existe ninguna minoría étnica o lingüística que tenga derecho alguno que reclamar en una nación donde todo el mundo habla y entiende español a la perfección, y donde no hay peleas entre hispanohablantes y catalanohablantes homologables a las disputas étnicas de la antigua Yugoslavia, por citar otro caso tópico. La aspiración a que una presunta mayoría en un hipotético referéndum separatista en Cataluña hiciera necesaria una reforma de la Constitución, como postula el PSC en su ponencia política, no deja de ser una verdadera alucinación, máxime teniendo en cuenta que los propios socialistas catalanes suprimieron la consulta sediciosa de su programa del año 2015. Ni tan siquiera puede postularse como opción a la presunta «bilateralidad» entre una inexistente nación catalana y la Nación Española.
Desde la Fundación Denaes constatamos que el PSC, la filial del PSOE en Cataluña, es ya un partido político irreformable, una secta separatista más, contagiada de la corrupción ideológica del separatismo en esta autonomía española, cómplice y partícipe de idénticos proyectos de secesión, por más que intente encubrir todo ello bajo la fórmula tramposa del «encaje», el encaje de una Cataluña que jamás tuvo otro estatus que el de parte constituyente de la Nación Española.
Fundación Denaes, para la Defensa de la Nación Española.