elBullibig-2.jpg

Entre las ideas mediante las que la clase periodística trata de explicarnos el porqué de la actual crisis del Partido Popular, hay una serie de ellas, desde nuestro punto de vista especialmente perniciosas, que depositan en su presidente y su particular psicología las verdaderas causas del proceso en el que se debate qué rumbo tomará el ejercicio político de la oposición en España.

Nos estamos refiriendo a aquellas que están detrás de expresiones tales como “mala gestión de la derrota”, “mala gestión de los tiempos” o “mala gestión de los silencios” que, por sorprendente que parezca, se han convertido en lugares comunes del análisis político. Todas ellas, eso sí, se resumen en la que va a pasar a ser “expresión fetiche” de esta temporada, a saber, “falta de liderazgo”.

Es notorio que este trasvase de vocabulario del “mundo empresarial” al “mundo político” se debe a que las llamadas democracias de mercado conciben a los partidos políticos como organizaciones empresariales cuyo producto el comprador-votante debe seleccionar igual que selecciona cualquier marca comercial. Y ahora parece ser, según los expertos, que el producto que se debe vender es el de el “líder emprendedor” de la política.

Claro que todo va bien con una metáfora, mientras sepamos que tiene un límite; que si es una manera de hablar cuando no tenemos otra, puede resultar hasta peligrosa. Porque en España el simplismo con el que se la está llevando al absurdo está derivando en creernos la mentira de que Zapatero, ofreciendo un producto más o menos semejante al del PP, es el que “ha ganado”. Y es que no es el “líder” de uno u otro partido el “producto” que está en venta, sino, en todo caso, el programa de ese “líder” para gobernar España. Al menos hasta ahora el Partido Popular tenía a la misma “España” como marca conocida.

De entre todas las ofertas, sin embargo, la más comprada ha sido la de Zapatero, “vendedor de humo”; y ahora es Rajoy quien se quiere apuntar al mismo producto, ya que es el que parecen querer comprar los españoles, en su derecho como consumidores responsables.

Pues bien, en este ejercicio literario-empresarial, sólo cabe preguntarse: ¿qué Ministerio es el encargado de supervisar el fraude con el que las empresas políticas engañan a los ciudadanos-consumidores? ¿Por qué se prohíbe la venta se sustancias peligrosas para la salud de los individuos y nadie veta a quienes perjudican la salud de la Nación?

FUNDACIÓN DENAES, PARA LA DEFENSA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA