1.- Juegos democráticos en la obscuridad
En una España desorientada por la ofensiva separatista catalana y con un gobierno ciego a las maniobras que oscura y silenciosamente se estaban preparando contra su líder, sobrevino lo inevitable: La Moción de Censura.
Todo se había pactado con alevosa anticipación. Aún no conocemos el precio, pero si el resultado, y pronto empezaremos a pagarlo. Por lo pronto, el líder del PP fue derrocado y substituido por el líder de la oposición que tuvo los peores resultados electorales de la historia del PSOE, y ese líder, Pedro Sánchez, fue nombrado Presidente del Gobierno.
Los cambios de gobierno son naturales en una democracia sana, por lo tanto, hay que comprender que si manifestamos sorpresa, no lo es porque se haya producido un cambio, nuestra preocupación y estupor viene del hecho de que dicho cambio se haya producido no por la voluntad del pueblo en las urnas, sino por las artes de una coalición improvisada entre partidos que, en el pasado, han apoyado abiertamente al terrorismo y, algunos de ellos, manifiestan una clara ideología separatista, con comportamientos reincidentes que además, son provocadoramente inconstitucionales.
Por lo tanto, si tenemos en cuenta que la elección del nuevo presidente, aun siendo legal, no es democrática ni legítima, pues el pueblo español no ha intervenido directamente en su nombramiento ¿qué consecuencias pueden tener las decisiones de su mandato, considerando que solo ha sido mandatado por los partidos separatistas?
Algunos comentaristas políticos dicen que el talante negociador del nuevo presidente, permitirá establecer un nuevo dialogo con los nacionalistas catalanes y calmar los ánimos en una Cataluña donde a los lazos amarillos ya se les dibujan barras de sangre. Lo cierto es que siempre habrá gente que aplauda el magnífico traje del rey desnudo, pero esto no es un cuento y el final feliz no está garantizado.
La alerta es o debe ser máxima. Se comenta que su hermano de lucha y penitencias (Iglesias), al que no ha dejado un solo ministerio, pide, en compensación, de dicho vacío: el CNI y la TV, es decir, el aparato de comunicación y de información. Se sabe que sin esperar el final de la aplicación del 155, ya han dejado de controlarse los destinos de las transacciones financieras de la Generalitat y que ya se han otorgado fondos suplementarios al aparato de propaganda del separatismo que es TV3, además, las purgas políticas entre los altos mandos de la policía regional ya han comenzado. Como corolario de lo dicho, la ministra de ordenación del territorio (Meritxell), en sus primeras declaraciones, mete presión para que ya empiece el proceso de la reforma constitucional. Lo que acabamos de señalar, ¿son las medidas y proposiciones de un gobierno libre o el pago convenido en las negociaciones que han encumbrado a Sánchez a la cabeza del Estado? Algo no huele bien en el reino de la “Marca”, diría un conocido escritor británico del S XVII.
En las calles, la realidad es tensa y a veces absurda, como el hecho que se haya tenido que anular una conferencia sobre Cervantes y el español, por la presión de grupúsculos neofascistas separatistas y antiespañoles, en Cataluña o que Inés Arrimadas, tenga que protestar porque se le deniega la autorización de actos y conferencias en ciudades catalanas tomadas por los separatistas, ignorando la calidad intrínseca de esta señora, de haber sido la más votada en las elecciones catalanas. A esta política de cesión y abandono del gobierno ante la presión nacionalista, pues hay que ser tolerantes, yo la calificaría de Síndrome de “Esto (es el) colmo”, con el que traduzco el sentimiento general de los españoles.
2.- Destruir una nación para construir un Estado
Dadas las consecuencias que poco a poco irá engendrando el cambio en la dirección política del país, sobre todo, cuando dicho cambio ataca directamente a la unidad territorial del Estado español, así como al modelo de Estado que los españoles se habían otorgado a sí mismos, por decisión democrática, el 5 de diciembre de 1978, en las urnas. No se debe dar la espalda a esta situación política y social, no podemos actuar como si todo transcurriese normalmente, en paz y armonía, pues no es así. Cada día observamos como el odio y el desprecio del otro, se instalan hasta construir otra realidad, en la que el joven ciudadano periférico deja de identificarse con la idea de España y acaba rechazando el sistema jurídico que, según se le ha hecho saber desde pequeño, solo sirve para perpetuar su condición de esclavo y facilitar el robo de sus propios recursos.
La mentira engendra mentira y la violencia, violencia. La destrucción de nuestra solidaridad es un punto clave de la estrategia separatista que persigue romper la identidad y provoca la pérdida de confianza en las instituciones y en el gobierno de la nación.
Estas ideas ya han penetrado el inconsciente colectivo de la juventud catalana, por lo que fue fácil hacerle creer que la crisis económica era el fruto de la opresión política de España, ya que, como dice su propaganda “España nos roba”. Por eso, mientras ellos construyen su utopía, España debe actuar, y hacerlo teniendo en cuenta que el camino de la ruptura no se puede frenar solo con “talante progresista y negociador”. Las exigencias catalanas de independencia, han dejado al descubierto toda una trama que busca el cambio radical del modelo de Estado, a través de la reforma de la Constitución, destituyendo la Monarquía e instaurando una República federal y plurinacional, es decir, compuesta por Estados asociados, pero no necesariamente solidarios.
Según ese modelo, España, dejaría de ser una nación para convertirse en un territorio estatal compartido y nuestro pasado, así como nuestro patrimonio dejarían de pertenecemos. Solo es de esperar, si esto se lleva a cabo, que el notario encargado de repartir esta herencia, no sea nuestro viejo y buen amigo Alemania, porque en caso contrario acabaríamos debiéndole nuestras vidas, como les ha ocurrido a los griegos.
Habría que encontrar una solución de fondo y desarrollar una estrategia a corto, medio y largo plazo que pueda corregir las distorsiones históricas y sus nefastas consecuencias. Por lo que para empezar es necesario una política educativa unificadora que, reconociendo las diferencias, trabaje sobre las convergencias y complementariedades, para regenerar una identidad común en la que todos podamos vernos reflejados con orgullo. Por supuesto, tiene que ser el Estado, y no las regiones, el que dirija y controle la política educativa sobre todo el territorio, favoreciendo la movilidad, con una buena política de becas basada en el mérito y con una política de defensa y de promoción de la lengua española, que es hoy una de las más importantes joyas de nuestro patrimonio.
Por último, con la educación, es necesario recuperar una buena imagen de España y luchar contra la leyenda negra mejorando el conocimiento de la historia de España. Solo así llegaremos a sentirnos orgullosos de ella, lo que permitirá abrir las puertas a la razón y rencontrar la solidaridad latente en todos los españoles.
Un enorme trabajo, pero que no podemos dejar de hacer.
José Francisco Rodríguez Queiruga, Presidente de la Cámara de Comercio Latinoamericano en Francia