La permisividad, cuando no cosas peores, de los distintos Gobiernos españoles desde hace décadas parece irremediable. El respeto y tolerancia ante las «sensibilidades» parece ser prioritario al respeto y cumplimiento de la ley
Tras tantos años de bochornoso soberanismo, y tras la Diada de este año, muchos han sido los que han observado la disminución en el número de participantes en las manifestaciones a favor de las distintas sectas fanáticas, llamadas a romper la Nación española, que se disgregan por todo el territorio español. Así son muchos los que han hablado, utilizando subjetivistas términos, de fatiga o cansancio del nacionalismo. Incluso Jordi Sánchez, en Cataluña Radio, reconoció en agosto que el proceso soberanista «genera cierta desorientación y fatiga» en la «ciudadanía de Cataluña», aunque, claro está, es debido a que dicha ciudadanía no comprende la constante negación del «Estado español» a que el proceso se culmine. No sin apuntar también que ha faltado «armonía» entre las facciones secesionistas para ir a la velocidad que se quería. Pero no pierde la esperanza, porque según él «la gente sabe que lo que vamos a hacer es complicado y mantiene la ilusión». Y, quizá en un ataque de realismo, concluyó Jordi Sánchez que «o empezamos a acabar el proceso o acabará con nosotros».
Afortunadamente eso es cierto. Tanto la descoordinación, esto es, lucha, entre las distintas sectas secesionistas como el hartazgo de unos y otros por la inconclusión de los distintos paraísos terrenales prometidos, se está produciendo. De ahí que el número de asistentes a manifestaciones se haya reducido, y de ahí el mayor y demagógico ruido que desde entonces se hace en los medios y en las redes sociales por parte de los que siguen en su hispanófoba lucha.
Pero por otro lado también se produce otro cansancio, el de quienes se oponen y padecen los secesionismos, y el del resto de españoles (que en cuanto tales no dejan de sentirlos y padecerlos, o deberían) en la regiones en las que los movimientos secesionistas no son tan pujantes, aunque no ausentes. Es algo comprensible por cualquiera. Ese bombardeo continuo de delirios, mitificaciones, tergiversaciones históricas y lingüísticas y ridiculeces –para bochorno nacional e internacional– no es casual. No son pocas las ocasiones en las que se puede ver en los medios de comunicación y en las redes sociales, estas manifestaciones de hastío ante la temática. Parece que no hay otro tema, se comenta a veces. Y efectivamente, así es, así lo parece. Ese es el problema. La focalización de la atención y el constante ruido que hacen y que se les permite hacer, es esa atención continua la que los alimenta en sus tan mentirosas como victimistas campañas.
Y aun reconociendo el comprensible hastío, desde DENAES no queremos dejar de señalar la necesidad de no dejar de combatir, por muy cansado que sea, esa demagogia perpetua. La permisividad, cuando no cosas peores, de los distintos Gobiernos españoles desde hace décadas parece irremediable. El respeto y tolerancia ante las «sensibilidades» parece ser prioritario al respeto y cumplimiento de la ley. La reciente ruptura de fotos del Rey, jefe del Estado y por tanto representante de toda la Nación, ante las cámaras es un ejemplo más. Al parecer todo vale y todo queda protegido por la libertad de expresión. Pero todo ciudadano español tiene tanto el derecho como el deber de defender a España y su unidad. Y aunque por fortuna siempre hay quien sale en defensa de la Nación –muchos más de lo que parecen, muchos más de los que se «ven»–, no podemos dejar de advertir acerca del peligro de dejarse vencer por ese buscado cansancio; cansancio que desemboca en un desentendimiento «del tema» y, por tanto, de España. Por mucho ruido que se haga desde las sectas separatistas, no podemos, sus opositores, dejar de contrarrestarlo. Porque nos jugamos todo.
Fundación Para la Defensa de la Nación Española.