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Ya Platón, el primer filósofo, indicó la necesidad de que la política fuera dirigida por las Ideas. Y si muchos de sus posteriores críticos, filósofos ellos mismos, vieron en su proyectada República un anticipo de los peligros totalitarios que asolarían el siglo XX, otros muchos, políticos de fama universal, tomaron buena nota de sus consejos.

Es bien sabido que los políticos profesionales necesitan tener cerca al llamado “hombre de confianza”, aquel que no busca adular sino decir las verdades comprometidas; en una palabra, alguien que ejerza ese papel de filósofo. Otra cosa es que la filosofía del consejero sea buena, mala o pésima.

Y todo esto viene a cuento de lo intolerable que resulta, en estos días post-debate, ver cómo los comentaristas “tragan” con esa filosofía pésima del “asesor de imagen” que en lugar de enseñar al candidato sobre alguna materia de su competencia (economía, política exterior o historia de España), le dice que debe sonreír, mirar a la cámara o dirigirse especialmente al público femenino, o sea, aparentar. Eso sí, amparado por una disciplina que se dice científica, cultivada por los expertos en “comunicación”, cuando, como decimos, lo que es en realidad es fruto de una filosofía pésima, la propia de un escéptico.

A esa élite periodística que durante estos días nos informa de tales trucos de escenario como si de un “material valioso” se tratara, que apenas si tiene capacidad para elevar la más mínima voz crítica contra esta supuesta sabiduría que confunde al ciudadano con un estúpido incapaz de pensamiento abstracto, a esos periodistas, decimos, nos gustaría dedicarles estas palabras del más famoso maestro de Retórica del Imperio Romano, Quintiliano:

“Por esta razón también a veces parecen tener los incultos mayor riqueza de palabra, porque hablan sin límite, mientras los cultos tienen selección y medida. Se une a esto que rehúyen la molestia de mostrar lo que pretenden probar. Y así evitan aquello de las preguntas y argumentos, que producen frío entre magistrados corruptos, y ningún otro recurso buscan, sino ese con el que cautiven, aun con perversas lisonjas, los oídos de los oyentes”.

Cambien oyentes por televidentes y tendrán la explicación de por qué se nombra “vencedor” a Zapatero en los debates televisivos.

FUNDACIÓN DENAES, PARA LA DEFENSA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA