Parece que, ahora, relajados tras la marejada electoral del pasado curso político, pero preparándose ante una eventual carrera electoral, toca que los partidos —al menos aquellos que han obtenido una representación que los hace más visibles en las Cortes— reordenen su propia casa. Pero esto se traduce inevitablemente en la redefinición de sus principios, tanto como en el establecimiento de las líneas programáticas que orientan su propia identidad política. Precisamente, el interés de DENAES está en tales programas y en sus definiciones porque, entendemos, son éstas las cuestiones atinentes a la estabilidad y preservación de la nación que mayor relevancia pueden tener para España.
Varios son los partidos que, ya entregados al debate doctrinal interno —como PODEMOS—, o en preparación de próximos congresos —como el PP, y más alejado el PSOE— comienzan a plantear y sacar a la luz las líneas y directrices de lo que se supone será su renovado ideario programático. Efectivamente, en poco más o menos de un mes, tendrá lugar ya el XVIII Congreso Nacional del Partido Popular; y lo hará en un contexto en el que además de los asuntos internos como la renovación de sus estatutos, su definición doctrinal como «centro derecha» —incluyendo las aceradas críticas de José María Aznar, no carentes de seguidores— estarán también sobre la mesa de trabajo otras cuestiones de muy importante calado político. Seguramente, como ha sido puesto de manifiesto en la prensa, el PP habrá de enfrentarse, entre otros asuntos, a su definición como «partido político democrático de centro», la defensa de la libertad, la igualdad y el pluralismo, su vocación europeísta así como aquellos otros que se refieren a la corrupción, como la buscada mayor transparencia y confianza de los ciudadanos —incluyendo la llamada «Declaración de Idoneidad»— o al controvertido asunto de la limitación del mandato del presidente a dos legislaturas.
Sin embargo, de todas estas líneas programáticas, la que, para DENAES, acaso deba considerarse la clave de cualquier definición política congresual, en todo partido político nacional, se refiere sin duda a lo que tiene que ver con la propia pervivencia de España en cuanto nación política. Desde luego, ya en el tiempo de descuento, próximo al XVIII Congreso Nacional del PP, todas las voces parecen insistir en la defensa de la Constitución frente a cualquier experimento secesionista tanto como en la igualdad de todos los españoles, es decir, en la apuesta rotunda por la unidad de la nación española.
Ahora bien, en una coyuntura como la actual, en la que el gobierno de la nación se encuentra en clara desventaja parlamentaria —lo que supone al partido en el gobierno entregado a los vaivenes del mercadeo de las minorías— y acosado por todos los hastiales, nos asalta la preocupación por la firmeza que en tal situación se pueda mantener. DENAES aplaude las palabras de quienes dicen que la unidad de la nación española es una cuestión innegociable, pero sabe que en contextos políticos más halagüeños la llamada aritmética parlamentaria llegó a poner en venta usuraria importantes sectores y ámbitos de la nación, desde la Hacienda del Estado hasta la Educación. De ahí que convenga reafirmar que los partidos políticos con definición nacional española tienen el deber de atender, por encima de todo —por encima de los encajes y negociaciones parlamentarias—, a la unidad de la nación, no cediendo en ningún momento a las presiones usurarias de los nacionalismos fraccionarios o de sus adláteres y émulos, ya desde la perspectiva del todo, ya desde la perspectiva de alguna de sus partes.
Fundación para la Defensa de la Nación Española.