En su comparecencia ante los medios de comunicación con ocasión del día de México celebrado en la Expo de Zaragoza, María Teresa Fernández de la Vega, destacada «miembra» de la sección femenina del Gobierno de José Luis Rodríguez, ha expresado el siguiente diagnóstico en torno al resultado del referendum irlandés concerniente al Tratado de Lisboa y sus eventuales consecuencias de cara al proceso de “construcción europea”: “Hemos avanzado como muchos pensaron que nunca podría hacerse, pero ciertamente no ha sido un camino exento de dificultades, y el resultado del referéndum en Irlanda constituye una más que habrá que resolver, y lo haremos porque el de los europeos es un sueño hecho realidad”.
A tales consideraciones, añadía la vicepresidenta que “el futuro de Europa pasa por sumar nuestras energías, nuestra savia a ese afluente de esperanza. Estoy convencida de que la poderosa corriente del progreso, que es el proceso de integración europea, podrá sufrir vaivenes pero nunca se dentendrá porque juntos somos más, podemos, y porque el mundo, hoy más que nunca, necesita una Europa fuerte y unida y abanderada de las libertades y los derechos de todos y para todos”. Concluyó su panegírico nuestra ejemplar política “europea” estimando como algo en todo caso indudable que “los presidentes y jefes de Estado de la nueva Europa y los europeos podremos encontrar el camino, navegar por el curso del gran río europeo, y España continuará trabajando para que siga este curso”.
Pues bien, sin entrar en esta ocasión a enjuiciar la insoportable cursilería de las palabras de doña María Teresa, consideramos evidente por nuestra parte que semejante dechado de confianza o fe natural mostrado por la vicepresidente del gobierno de España hacia los sublimes contenidos de la doctrina sagrada expuesta en el Tratado lisboeta -una fe que, por cierto, en atención a las propias declaraciones, parece que se ve acompañada en el corazón de la ministra por otras virtudes no menos teologales como pueda serlo la esperanza o incluso la caridad, etc.- se mantendría, en este caso, muy próximo a la confianza “europeísta”, igualmente gratuita, que habría puesto en circulación Ortega con su famosa sentencia “España es el problema, Europa la solución”. De hecho, este tipo de planteamientos, sin perjuicio de su arbitrariedad “fideísta” (puesto que, como es obvio, tampoco ha estimado necesario De la Vega darnos a conocer los fundamentos de su confianza), tienden enérgicamente a desdibujar la propia España que, como el término medio en la conclusión de un silogismo, terminaría por desvanecerse embebida en el caudaloso torrente “europeo” al que se refiere la vicepresidente en su particular confesión de fe.
Y, en efecto, así parece que ha interpretado (sin duda que certeramente) el PNV de Íñigo Urcullu el sentido de la “construcción europea” al presentar el pasado sábado en sociedad la fundación Think-Gaur, el flamante “think-tank” promovido por esta fuerza política secesionista, una institución que, según la propaganda desplegada al efecto, parece “creer en un mañana en el que el futuro de Euzkadi también pasa por Finlandia”; con lo que, según se ve, podrán nuevamente vascos y españoles “reconciliarse” definitivamente aunque sea, eso sí, únicamente bajo su condición genérica de “europeos”.
Y es que, así las cosas, lo que desde la Fundación DENAES no podemos dejar de advertir es que la fe entusiasta y sublime (orteguiana) de la “creyente” María Teresa tiene un nombre curiosamente muy unamuniano: papanatismo.
FUNDACIÓN DENAES, PARA LA DEFENSA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA