No es tanto la «democracia» en general, cuanto justamente la democracia «española», el estímulo preciso que provocaría el asco del Señor Anasagasti. Sencillamente: a Anasagasti le da asco España, sea cual sea el régimen político de esta Nación política.

El asco es una emoción elemental caracterizada por la conducta de rechazo y de disgusto ante determinadas sustancias y objetos (también ciertos organismos, o incluso cadáveres, etc) cuyo procesamiento, como tal reacción emocional, tendría lugar según estudios neurofisiológicos muy recientes en la amígdala cerebral de los lóbulos temporales de los animales vertebrados más complejos, incluyendo desde luego a los primates. Tal reacción aparece vinculada a un repertorio específico de expresiones oro-faciales, a una mímica característica, etc., consistente, en la mayor parte de los casos, en movimientos determinados de la comisura de los labios, sudoraciones, náuseas, al límite vomitos, etc. En este sentido, las sobre-reacciones patológicas de asco ante estímulos específicos (leáse: arañas, ratas, la democracia española, etc.) serían síntomas característicos de muchas clases de fobias.
Ahora bien, que un ilustre miembro del Senado –en representación por cierto, del PNV, sin perjuicio de su «maquetismo»– como pueda serlo don Ignacio Anasagasti Olabeaga (Cunamá, Venezuela, 1947) afirme, aunque sea en su «blog», «sentir asco hacia la democracia española tras la llegada de Pachi López a Ajuria Enea» es algo que a nuestro juicio habría que explicar –incluso si las declaraciones son sinceras– antes en términos políticos que puramente psicológicos.
Lo que con ello queremos decir es que, justamente por referirse a la «democracia española», el «asco» de Anasagasti estaría desbordando los límites de la psicología o la psicopatología y sólo podría en estas condiciones ser explicado desde categorías formalmente políticas. En esta dirección, damos por supuesto que el senador Anasagasti estaría confesando unas intensas reacciones emocionales de rechazo ante el funcionamiento de la democracia constitucional de 1978 y sus instituciones, y ello, desde luego, no tanto por «democráticas» (dado que Anasagasti es ciertamente «todo un demócrata» como suele decirse), sino precisamente por «españolas».
Con lo que, cabría diagnosticar por nuestra parte, no es tanto la «democracia» en general, cuanto justamente la democracia «española», el estímulo preciso que provocaría el asco del Señor Anasagasti. Sencillamente: a Anasagasti le da asco España, sea cual sea el régimen político de esta Nación política.
Y nos parece bien; dado ante todo que no se trataría tanto de entrar a valorar en la presente ocasión el funcionamiento neuronal del sistema límbico del senador Anasagasti (es decir, su «asco psicológico» si cabe hablar así) cuanto de reseñar la paradoja de que un sujeto afectado por tales reacciones emocionales hacia la democracia española haya venido ejerciendo, y todavía ejerza , las labores propias de miembro de la cámara alta de dicho cuerpo político. ¿No resulta tan alta magistratura en representación de la nación incompatible políticamente con el «asco político» de un individuo que, al parecer, percibiría España como un estímulo literalmente repugnante que se trataría de destruir aunque sea «desde dentro» y a precio de «taparse la nariz»?
Desde la Fundación DENAES debemos reconocer inmediatamente nuestro propio «asco» hacia el «asco» de Anasagasti y en consecuencia recomendamos a semejante traidor que siga los pasos de Ibarreche y abandone con toda urgencia los cargos políticos que detenta.
FUNDACIÓN DENAES, PARA LA DEFENSA DE LA NACIÓN ESPAÑOLA