La versión oficial del 11M (o más correcto sería hablar de versiones oficiales) ha sido completamente triturada sin la más mínima consideración, y con todo el rigor, por los investigadores honestos que pacientemente se han dedicado al despiece de tal fraude. Aunque, bien visto, tal versión (o tales versiones) es una cosa muy burda que se desmonta a nada que escarbemos un poco (sin ánimo de quitarle ningún mérito a tales investigadores).

    Otro cantar sería lo que concierne a la autoría real de la masacre. Y no ya porque sea tabú o esté prohibido, sino porque los que lo hicieron tuvieron la suficiente habilidad para no dejar huella de su crimen, tapándolo como se hace con todo crimen perfecto: con unos falsos culpables, de los cuales la mayoría están muertos (como fueron los mal llamados «suicidas de Leganés»). Por nuestra parte no señalaremos a nadie ni especularemos sobre nada ni nadie sin tener pruebas. Sólo diremos quién no fue: ni ETA ni Al Qaeda ni una joint venture entre ambas bandas terroristas.

    Para comprobar que el asunto todavía es más raro, embrollado, oscuro y confuso ni siquiera sabemos para qué se hizo el 11M, a quién benefició y a quién perjudicó (una cosa sí parece clara: perjudicó a la nación española).

    En el contexto de la política internacional, el gobierno de José María Aznar (1996-2004) despreció al eje franco-alemán y se decantó por una alianza con Estados Unidos y el Reino Unido (el eje anglosajón). Con la llegada de ZP (2004-2011) el «Gobierno de España» volvería al redil del eje franco-alemán y así hasta nuestros días (y así nos va). ¿Lo que hay tras el 11M fue una pugna geopolítica entre el eje franco-alemán y el eje anglosajón? ¿O eso sólo fueron sus consecuencias?

    Los nuevos partidos se han desentendido del 11M. Juan Carlos Monedero y Pablo Manuel Iglesias Turrión de Podemos han defendido la versión oficial incluso con vehemencia en algunos debates televisivos (e incluso colaboraron para fortalecer la misma en las movilizaciones del 13M, aunque por entonces estos sujetos políticamente no eran nada). Y han llegado a decir que dudar de la versión oficial «escupe sobre la memoria de las víctimas». Pero resulta que buena parte de tales víctimas escupen sobre tal versión de los hechos, lo sepan o no Monedero y Pablo Manuel. El partido Ciudadanos sí que se ha desentendido totalmente del caso y la aclaración de éste no va con los intereses de la formación naranja (tal vez si el viento soplase en otra dirección empiece a interesarse). Y Vox ha hecho algún que otro tímido reproche a la versión oficial, pero nada que encienda las alarmas del Establishment. Tal vez el juicio contra los separatistas sediciosos les tenga absorbidos, y puede que en estos momentos no sea del todo prudente querer reabrir el caso.

    La versión oficial es una auténtica chapuza y el juicio una farsa de arriba abajo. Un disparate que sería desternillante si no fuese por lo luctuoso del asunto. Casi todos los acusados eran confidentes de la policía o estaban controlados por la misma (por el CNI, la UCIE y otras fuerzas de seguridad). Entre muchos de los tenidos por culpables no había ninguna relación. Por ejemplo, Jamal Zouhgam (el único condenado como autor material) no tenía nada que ver con Jamal Amidan alias «El Chino» (que murió en el piso de Leganés). Ni siquiera se conocían y jamás se vieron. El ADN de Allekema Lamari aparece en el Skoda Fabia en las cercanías de la estación de Atocha, junto al de otros presuntos implicados, y después la misma versión oficial descarta al argelino.

    El 11M es carne de teoría de la conspiración. Las teorías de la conspiración suelen ser teorías nebulosas, en las que no se sabe muy bien quién es quién y quién hizo qué. Otras muchas suelen ser teorías en exceso embrolladas donde lo que asoma constantemente es la oscuridad y la confusión: bien llevada a cabo con intención a fin de desinformar, bien por la complejidad y profundidad de las cosas. Es decir, las teorías de la conspiración están muy ligadas a la desinformación, y determinado caso empieza a distorsionarse cuando salen miles de teorías alternativas, y el exceso de información hace que todo se vuelva confuso y por tanto lo que abunda es la desinformación; pues si la información no es contrastada o criticada entonces a mayor volumen de información más será la desinformación.

    Las teorías de la conspiración se presentan como la tendencia crítica contra la intoxicación oficialista. En muchas ocasiones más que crítica tal teoría de la conspiración puede resultar hipercrítica. Hay que estar alerta y procurar triturar las teorías conspiranoicas, pero estando muy atentos a la realidad conspirativa; porque, incontestablemente, las conspiraciones existen (otra cosa serían las interpretaciones de las mismas).

    El 11M es un caso claro de realidad conspirativa. ¿Acaso volar cuatro trenes y acabar con la vida de 191 personas (más dos abortos) y herir a más de 1.800 tres días antes de las elecciones no es una conspiración? Conspiranoico sería pensar que no se trata de una conspiración.

    Hablando de conspiración (y de «cloacas del Estado»), en los últimos meses estamos presenciando las «revelaciones» sobre el 11M del famoso y polémico comisario José Manuel Villarejo, en prisión preventiva desde hace más de un año en la cárcel de Estremera acusado de encabezar una organización criminal parapolicial con ánimo de lucro personal por medio de investigaciones ilegales y por blanqueo de dinero. Lo más probable es que Villarejo amenace con el 11M para presionar o como método de defensa. Él sabe muy bien que el juicio «se cerró en falso» (en realidad no tuvo un átomo de verdad). Lo que no sabemos es si él sabe o simplemente farolea. De momento sólo amenaza con difundir pruebas, como grabaciones telefónicas. Asimismo le ha pedido al gobierno que desclasifique los documentos oficiales que le relacionan con el 11M para organizar su defensa en el juicio.

    Villarejo asegura (cosa que por otra parte ya sabíamos) que la venta de 200 kilos de dinamita a «El Chino», el 29 de febrero de 2004, se trataba de una «entrega controlada» por la Guardia Civil a fin de «colocar un dispositivo de seguimiento» íntegro entre la dinamita y «algún material explosivo existente en los depósitos de armas» del instituto armado. Según Villarejo, el objetivo de tal operación consistía en organizar un intento de atentado ficticio para detener al Chino y su banda como presuntos terroristas.

    Pero, según afirma, algo salió mal, pues los presuntos terroristas yihadistas contaron con «ayuda externa» y pudieron burlar la vigilancia y llevar a cabo el atentado. Villarejo apunta a la inteligencia francesa como la presunta ayuda que recibieron los presuntos terroristas (junto a personal vinculado a la embajada de Marruecos en España). «De no haber contado con ayuda profesional, esos delincuentes comunes de tan escasa preparación jamás habrían burlado a un experimentado y muy fogueado equipo de seguimiento de la Guardia Civil», escribe Villarejo al Juzgado Central de Instrucción número 6.

   «Inexplicablemente -continúa Villarejo- la vigilancia y el dispositivo fallaron y El Chino se perdió al entrar en Madrid, a pesar de que el control fue tan riguroso que se le llevó a parar a varias ocasiones para verificar que por el peso detectado en la amortiguación no había transferido su letal carga a ningún otro vehículo».

    Villarejo añade que los presuntos terroristas fueron dirigidos «a través de una cabina de teléfono» ubicada en Beirtu (Líbano); llamada que controlaba la inteligencia siria. « Tuve conocimiento de la existencia de tal cabina gracias a las excelentes relaciones que mantenía por medio del comerciante de armas [Monzer Al Kassar] con los jefes del servicio de espionaje sirio, el general Alí Duba y más tarde su sucesor Abderraman Hunney [conocido como «El Viejo»]». «Por parte del servicio secreto sirio se me comunica que una fuga de información procedente de España había alertado de esta entrega, por lo que miembros del espionaje francés habían viajado con anterioridad, llevándose este listado y facilitando a la delegación española una copia cercenada, donde no constaban determinados números. Por más que insistí en recuperar estos números, que tal vez podrían habernos conducido a conocer los autores intelectuales que dinero las instrucciones a los terroristas, mis gestiones fueron inútiles. Ni los sirios tenía interés en contrariar a Francia ni el Gobierno español a través del Ministerio de Interior mostró interés alguno en conocer estos datos». «Una vez conocido este dato crucial de la cabina, ante mi insistencia, [los servicios secretos sirios] optaron por facilitar el listado de llamadas, de manera extraoficial, entregándome una copia en mano para lo cual me pidieron un encuentro personal en Damasco, como medida de confidencialidad».

    Junto a Telesforo Rubio, por entonces comisario de Información, Villarejo quiso hacer ese viaje y comunicó su intención a «los máximos responsables que ya había nombrado en el Ministerio del Interior Rodríguez Zapatero, y tanto el DAO Miguel Fernández-Chico como el resto de la cúpula, en principio estuvieron de acuerdo con dicho viaje». Pero finalmente, con el visado en su mano, se le informa de que no realizará tal viaje, sin que se le dé ninguna explicación. «Esto suponía que se despreciaba tan importante información, al no cumplir la condición de mi presencia, ya pactada».  

    Según Villarejo, cuando los espías franceses y marroquíes se percataron de que los servicios de inteligencia españoles investigaban la «fuga de información» se deshicieron de las pruebas y colocaron otras «pruebas», como la famosa mochila de Vallecas (en la cual se basa toda la versión oficial), con el fin de «orientar las pesquisas».

    ¿Viene a aclarar algo Villarejo o más bien viene a embrollar aún más un asunto ya de por sí hiperembrollado? Villarejo se parece al agente de cloacas de la película Al límite (2010), dirigida por Martin Campbell, que Ignacio López Brú cita en su libro Las cloacas del 11M: «Quien quiera profundizar verá que ha habido algo más, pero no podrá saber qué. Ese es su objetivo, que sea todo tan enrevesado que cualquiera pueda tener una teoría, pero que nadie sepa la verdad». Y añade: «Senador, llevo treinta años haciendo que todo sea incomprensible».

    Es curioso, pero cuando Villarejo canta para referirse a la corrupción (sobre todo la que tiene que ver con el PP) los medios oficialistas lo tiene todo el tiempo en el punto de mira, pero cuando el excomisario hace referencia al 11M callan como meretrices. Y no ya por lo que éste pueda revelar -porque, por lo que parece, viene más a confundir y a embrollar y, por lo que sabemos de la chapuza de la versión oficial, no nos ofrece una versión muy consistente- sino porque asegura, y en esto tiene razón, que el juicio se cerró en falso. Por eso los medios oficialistas callan y se dirán entre ellos: «Será verdad que el juicio del 11M fue una farsa, pero que no se entere la servidumbre».

    Hace cuatro años la revista crítica del presente El Catoblepas publicó este artículo-libro que puede ser de interés para el lector: http://nodulo.org/ec/2015/n157p01.htm.

    Daniel López. Doctor en Filosofía.