El pasado 6 de mayo, Alberto Núñez Feijóo, Presidente del Partido Popular, en un encuentro en el Círculo de Economía en Barcelona, fue aplaudido por los empresario allí presentes cuando se refirió a la «nacionalidad catalana», señalando que esta debe recuperar su liderazgo.
Ante las críticas surgidas como consecuencia de las declaraciones de Feijóo, desde su entorno explicaron que dado que el fundador del partido, Manuel Fraga, intervino en la elaboración y redacción de la Constitución, a nadie debe extrañarle que su actual presidente hable de nacionalidades. Parece que en el entorno del Partido Popular todo lo recogido en la Carta Magna está dotado de una perfección e infalibilidad absoluta, sin tener en cuenta los intereses e influencias que intervinieron en la redacción de la misma. La nada casual inclusión en el artículo 2 del término nacionalidades supuso el reconocimiento legal de una ideología federalizante y europeísta que está completamente implantada en casi todas las fuerzas políticas españolas y que ha dotado año tras año de mayor poder a los partidos nacionalistas y sediciosos, con la permisibilidad y en ocasiones colaboración, de los partidos que han gobernado nuestra Nación.
Pocos días después de las declaraciones de Feijóo, el número tres del mismo partido, Elías Bendodo, en una entrevista en el diario El Mundo afirmó que «Cataluña sí es una nacionalidad del Estado español, como cualquier otra comunidad autónoma». Por si quedaban dudas, en esa misma entrevista Bendodo señala que “España es un Estado plurinacional”. Como vemos, la configuración ideológica que pretende que España llegue a la vía del federalismo está completamente implantada.
Curiosamente, tras exhalar ambas declaraciones, el partido intentó rectificar, aduciendo que se había tratado una incorrecta forma de expresarse. Pero el reiterado uso del término nacionalidad por más de un miembro de la citada fuerza política no parece en absoluto un error de expresión. Continúan empleando el mismo lenguaje que aquellos que buscan la desmembración de España, lenguaje que no es nuevo y que podemos encontrar años antes de la aprobación de nuestra Ley Suprema. En los años 60, la idea de autodeterminación y de una España federal ya estaba presente en algunas de las personas que posteriormente participaron activamente en la transición. Parte de estos artífices de la Constitución eran firmes partidarios del estado autonómico, y de lo que en su momento llamaron “comunidades diferenciadas”. Los motivos e intereses de todo esto quedan magníficamente expuestos en el libro Nuestro hombre en la CIA, de Iván Vélez (ediciones Encuentro), de necesaria lectura para comprender los casi unánimemente asumidos europeísmo y autonomismo imperantes en la España actual.
Concretemos un poco más. En abril de 1977 se constituye una ponencia, integrada por los denominados “`padres de la Constitución” cuyo informe fue debatido posteriormente por la Comisión de Asuntos Constitucionales y Libertades Públicas, durante 24 sesiones. Uno de estos “siete padres de la Constitución”, Miguel Herrero Rodríguez de Miñón (UCD y posteriormente PP) destacó en la defensa de la ideología de “nación de naciones”, afirmando que en España había varias nacionalidades “porque España es una nación de naciones”. Gregorio Peces Barba (PSOE) coincide con su compañero de ponencia, ya que consideraba que la existencia de España como nación no excluía la existencia de naciones en el interior de España: naciones-comunidades. Por su parte, otro de los ponentes Miguel Roca Junyent (Grupo Parlamentario de la Minoría Catalana) aclaraba que “estas naciones sin Estado son lo que modernamente ha venido en llamarse nacionalidades. Cuando en el debate general inicial en esta comisión yo sostenía ya la idea de la nación de naciones”. También se une a esta exaltación del término Manuel Fraga, que no dudó en afirmar que “a mí me gusta la expresión “nación de naciones”, soy admirador de don Ramón Lázaro y de don Antonio de Capmany, que escribió en castellano clásico sus magníficos libros sobre Cataluña”.
Como vemos, si creemos que el término “nación de naciones” ha sido empleado únicamente en la actualidad y sólo por los nacionalistas o por buena parte de los que se consideran afectos a la izquierda más periférica, nos equivocamos. Ese es precisamente parte del problema, la inclusión del término nacionalidades en el artículo 2 de la Constitución de 1978 y la asunción por la mayor parte de las fuerzas políticas, ya sea por acción o por omisión, de lo que implica tal término. Ya lo dijo Miguel Iceta en el año 2016: “Nacionalidad y nación son conceptos sinónimos en la Constitución (…) Por eso algunos hablamos de España como nación de naciones y regiones”.
La conclusión a la que se quiere llegar es evidente: si somos nacionalidades somos nación. Se pretende descomponer España en múltiples naciones, cosa imposible. Como señaló Gustavo Bueno, la Nación política se define por la soberanía, y la soberanía es una e indivisible. No es posible dividir una Nación política dada, España, en varias Naciones políticas (Cataluña, Galicia, País Vasco…). Pero en ese camino parece que nos encontramos. Se trata de realizar lo que se denomina “cesión de soberanías” por parte de España a las Naciones fraccionarias o incluso, como señaló el ministro de Exteriores en el gobierno del PP, José Manuel García Margallo cediendo toneladas gigantescas de soberanía a la Unión Europea. El resultado sería el mismo: las Naciones fraccionarias, resultantes de la descomposición de España tendrían algo de soberanía, logrando el objetivo buscado: el federalismo.
Desde DENAES no dejaremos de denunciar todas las actuaciones encaminadas a que la disolución de España prospere, y todos aquellos que empleen las herramientas ideológicas o legales que ayuden a tal fin son igualmente responsables. Sobre la soberanía de nuestra Nación no cabe duda alguna, de forma que es imprescindible ser riguroso e implacable en la defensa de la misma.
Teresa Chinchetru Del Río