Esta semana la flamante nueva cabeza del Tribunal Supremo y del CGPJ Excma. doña Isabel Perelló afirmaba, con algo de timidez, pero en términos contundentes en su discurso de toma de posesión que: «Ningún poder puede dar indicaciones a los jueces», subrayando, de acuerdo con la Constitución Española, la independencia judicial frente a «posibles injerencias externas». Este alegato en favor de la división de poderes, entendemos que lo haría porque, dados los tiempos que corren, consideraba necesario recordar lo que tendría que ser obvio en un Estado de Derecho. Quiero creer en cierta valentía de estas declaraciones, lo cual es de agradecer.

En esta misma línea de repaso de la teoría, me permitirán que les cuenta que la división de poderes tiene su origen doctrinal, antes incluso que las democracias decimonónicas, en la obra de Locke, y posteriormente se desarrolla en “el espíritu de las leyes” de Montesquieu, donde se justifica la limitación de los poderes públicos, por contraposición a las monarquías absolutas, y que tienen su culminación a fines del siglo XVIII con las Revoluciones norteamericana y francesa. Así en la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano aprobada por la Asamblea Nacional Constituyente Francesa el 26 de agosto de 1789 se proclamó en el artículo 16 que: “Toda sociedad en que la garantía de los derechos no está asegurada y la división de poderes determinada, no tiene constitución”.

Modernamente, incluso, se ha fortalecido la idea del control técnico del veleidoso poder político con autoridades independientes en sectores claves: Bancos Centrales, Mercados de Valores, Cuentas Públicas, Estadísticas Públicas, Fiscalía…, considerados imprescindibles en cuanto a sus informes y actuaciones, en favor de un sistema democrático de calidad. De esto se trata, en definitiva.

Pues bien, la colonización partidista de las instituciones a base de colocar a amiguetes tal como está llevando a cabo el sanchismo de forma descarada es una amenaza para todo lo anterior. Ningún Presidente del Gobierno se ha atrevido a tanto, y con el “INRI” de tener el menor número de escaños propios.  Recordemos: Tribunal Constitucional, CGPJ, Fiscalía General del Estado, Abogacía del Estado, Consejo de Estado, Banco de España, CNMV, Agencia EFE, RTVE, CNI, INE, etc, etc, etc. En definitiva, todas estas instituciones cuyo fin, en garantía de los derechos ciudadanos, es el control del poder, no sólo no cumplirán su función sino que servirán de instrumento para legitimar sus decisiones, que a buen seguro tenderán a la arbitrariedad como es propio del dogma; “el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente”.

La situación es crítica, sólo queda apelar a la heroica. ¡Esto es España!

El héroe es, por definición, un personaje solitario que asume su destino. Les presentaré hoy a un icono histórico en la defensa del Estado de Derecho algo olvidado, que fue el insigne jurisconsulto romano Papiniano que espetó con todo el orgullo del mundo al despótico emperador Caracalla: non tam facile parricidium excusari posse quam fieri, que podríamos traducirlo libremente “podrás asesinar… pero más complicado lo tendrás para motivarlo jurídicamente”.

Les pongo en antecedentes, el autócrata emperador quería liquidar a lo que sería, en términos contemporáneos, su oposición política representada entonces por su hermano de sangre Geta, con objeto de perpetuarse en el poder. Y con intención de vestirlo bien jurídicamente, requirió al que era el jurista de mayor prestigio de la época el ilustre Papiniano.

Convocado a tal efecto, nuestro egregio jurisconsulto, no interpretó causa legal alguna para motivar esta forma de proceder tan criminal, si bien consciente que la decisión se iba a ejecutar de todas las maneras por el poder del Estado, admitió la evidencia: se cometería el parricidio pero no iba a participar en su jurídica justificación, aunque ello supusiera, como era obvio, delante de un déspota de estas características, que sería del mismo modo ejecutado al no plegarse a sus tiránicos deseos, convirtiéndose de esta manera en un mártir del Estado de Derecho.

Esperemos que la figura de Papiniano (cuya escultura en la imagen se encuentra en la entrada del Tribunal Supremo en la Plaza de París de Madrid) sirva de inspiración todos los días a la Excma. Doña Isabel Perelló en la dura tarea que el destino le ha encomendado. ¡Toda la suerte del mundo, Señoría!

Alberto Serrano Patiño.

Ex Concejal del Ayuntamiento de Madrid

                                   Funcionario de Carrera. Letrado.