Hace algo más de 10 años, durante una entrevista en Radio Nacional de España, el entonces ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, cuestionado por las balanzas fiscales entre las administraciones autonómicas y la central, respondía tajantemente lo siguiente: “Los territorios no pagan impuestos”. No seré yo quien venga a recordar con agrado la labor del supuesto gran ministro “tecnócrata” de Rajoy, pero en atención a los acontecimientos políticos presentes, conviene que prestemos atención a estas cinco palabras que conforman una afirmación que debería resultar obvia, pero que el “consenso” autonomista se empeña en ocultar desde todos los ámbitos de la vida pública.
Como andaluz, estoy muy cansado de escuchar eso de que los catalanes pagan más que los andaluces. Pero también vivo con frustración la frecuente afirmación, normalmente realizada desde medios de comunicación genoveses, de que Madrid es una región muy solidaria porque es la que más aporta. Y no es que me ofenda porque piense que me están infravalorando por mi origen, sino porque me resulta agotador que se haya instaurado una idea completamente falsa respecto de un tema, los impuestos, cuyo funcionamiento no da lugar a interpretaciones.
En consecuencia, cualquier reflexión que se realice respecto de cuántos impuestos pagan las distintas comunidades autónomas de nuestro país, parte, irremediablemente, de una gran mentira, que no es otra que pensar que las Comunidades Autónomas son las que aportan el dinero a la caja común. No, los territorios no pagan impuestos. Los impuestos los pagan las personas, físicas y jurídicas. Y si el conjunto de residentes en el territorio de una comunidad autónoma paga más impuestos, porque se concentran más ciudadanos con mayores ingresos, pues ya pueden celebrar esos residentes que están rodeados de españoles más ricos que la media (o menos pobres, según se mire), pero desde luego, lo que no se puede afirmar, es que los madrileños o los catalanes pagan más que el resto. Porque más que el resto paga mi amiga que ejerce de notaria en Huelva, aunque viva en una de las provincias con menor renta per cápita de España.
Pagará más impuestos el catalán que los pague. Porque oigan ustedes, es curioso escuchar a un colega de Lérida que vive a la cuarta pregunta, afirmando eso de que “ellos” pagan más. Si extirpásemos la lógica nacionalista (o regionalista, que también la hay) de la que trae causa ese “ellos”, nos quedaríamos con un personaje que se siente rico por vivir en un lugar determinado, aunque el pobre mío sea un tieso de manual.
Y aunque este pudiera parecer un asunto de menor importancia, pues no estoy más que señalando lo obvio, la realidad es que se ha convertido en el gran relato del que, en parte, nace el nacionalismo. Porque muchos ciudadanos de ideología nacionalista no paran de justificar sus ansias de independencia en el hecho de que la administración central les roba. Algo, que, además, oculta una realidad ante la que no quieren abrir los ojos. Porque, realmente, los españoles que viven, y trabajan, en Cataluña, sí que pagan más impuestos, pero no porque haya andaluces y extremeños gastándose el fruto de su esfuerzo durante “un matí o tota la jornada al bar del poble” (Duran i Lleida, 2015), sino porque sus sacrosantos políticos nacionalistas (y socialistas) que les han venido gobernando durante los últimos años, han decidido democráticamente desde la Generalitat y el Parlament imponer la fiscalidad autonómica más alta de España.
Manuel Otero