La hora de una derecha social e iliberal: identidad, herencia y regeneración patriótica
25/12/2025

Cuatro décadas después de la publicación de La Nueva Derecha (1982), el pensamiento de Alain de Benoist deja de ser una referencia marginal para convertirse en un prisma útil desde el que comprender la mutación política que atraviesa Occidente. No se trata de una nostalgia doctrinal, sino de la constatación de un giro histórico: el agotamiento del paradigma cultural y político nacido al calor del Mayo del 68 y la emergencia de una derecha social, iliberal y comunitaria que reivindica la identidad, la cultura y las tradiciones como ejes de una regeneración patriótica.
Durante décadas, el consenso pos-68 impuso una visión antropológica que disolvió las pertenencias en nombre de un individualismo radical, erosionó los vínculos comunitarios y sustituyó la soberanía política por una gobernanza tecnocrática desarraigada. Ese modelo —hegemónico en universidades, medios y élites administrativas— prometió emancipación, pero entregó fragmentación; proclamó progreso, pero produjo desafección; invocó diversidad, pero uniformizó culturas bajo un mismo patrón mercantil y globalista.
Frente a ese horizonte, la propuesta metapolítica asociada a de Benoist anticipó una ruptura necesaria: recuperar la centralidad de la identidad como realidad histórica y cultural; revalorizar la herencia europea como patrimonio vivo; y defender el derecho de los pueblos a perseverar en sus tradiciones sin complejos ni tutelas morales. No es una enmienda a la totalidad del mundo moderno, sino una corrección de sus excesos: allí donde el mercado absolutiza, la comunidad ordena; donde el universalismo abstracto homogeneiza, la pluralidad concreta enraíza.
Este desplazamiento no es meramente intelectual. Se expresa en una nueva generación que rechaza el relato culpabilizador sobre Europa y reclama soberanía cultural y política. Jóvenes que no se reconocen en la liturgia posmoderna ni en la política de identidades fragmentarias, y que perciben en la defensa de la nación —entendida como comunidad histórica— una vía de cohesión social y dignidad colectiva. En España, ese pulso se hizo visible tras el retroceso electoral experimentado por VOX en julio de 2023, cuando una parte significativa del electorado y de la militancia interpretó la necesidad de un replanteamiento estratégico y doctrinal. Donde algunos quisieron ver el epílogo de un proyecto, otros ya atisbamos que estábamos ante una verdadera oportunidad.

En ese contexto, y una vez liberado de pesados lastres, el nuevo VOX que comienza a perfilarse aspira a encarnar una derecha social que no se limita a la gestión tecnocrática ni, mucho menos, a perseverar en un liberalismo económico de raíz protestante que, además de ser ajeno en esencia a nuestra condición hispana, resulta totalmente insolidario, antinacional y desarraigado.
Se plantea así un nuevo modelo ideológico que sitúa en primer plano la defensa de la identidad nacional, la soberanía económica, la protección de la cultura y la recuperación del sentido de pertenencia a una comunidad histórica: una derecha que asume sin complejos el conflicto cultural como inevitable y que entiende la política no solo como aritmética electoral, sino como una disputa por el sentido común.
Occidente entra así en una fase de clarificación. La alternativa ya no es entre pasado y futuro, sino entre continuidad inercial y regeneración. La derecha social e iliberal —lejos de caricaturas— propone una síntesis: modernidad con raíces, libertad con límites, pluralidad con identidad. Si logra traducir ese marco en políticas concretas y en un lenguaje accesible, no solo se impondrá en el debate, sino que puede convertirse en el principal vector de una reconstrucción patriótica que devuelva a Europa la conciencia de sí misma.
Juan Sergio Redondo Pacheco




