Parece una boutade admitir que una nación política tiene como obligación «natural» y por el principio de preservación, hacer lo posible por mantenerse y permanecer en el tiempo. Mantener su unidad y su identidad, haciendo lo posible para ser más sólida, mejor posicionada y más fuerte, en su dintorno, en su contorno y en su entorno, es decir, en su interior, en sus fronteras y en geopolítica. Siguiendo el anterior razonamiento, parece de cajón que una nación ha de estimular y alentar las políticas, estructuras, sujetos y agentes que vayan en esa línea, así como impedir, prohibir y cercenar las políticas, estructuras, sujetos y agentes que tiendan y tengan como finalidad la debilitación, fraccionamiento, subordinación o destrucción de la nación. Como ya he dicho, lo anterior es tan obvio que da vergüenza ponerlo por escrito, sin embargo, en nuestra realidad jurídica, económica, social y política, está institucionalizado, no el principio de preservación sino el de destrucción de la nación. Y no solo se tolera, sino que se estimula y garantiza la operatividad y el respeto a dichas fuerzas destructivas, más allá de la normalidad, es decir, viendo en ello una muestra de superioridad moral, de mayor legitimidad. En la España actual se afea y se señala a quien defiende la dignidad, la identidad y la unidad de nuestra nación. Es curioso que esté mal visto decir España y sea plausible su sustitución por el circunloquio «este país»; es curioso que se premio a escritores y directores de cine cuya obra ataca a la nación y la ningunea.
¿Cuáles son las causas?, ¿cuáles las explicaciones de este comportamiento suicida?, ¿hay una posible salidad? No es este formato, ni quizá el foro, para desmenuzar, analizar, separar y clasificar la génesis, efemérides y planos de dicho problema, que fue muy bien tratado por la filosofía política de Bueno en sus artículos y libros como Primer ensayo sobre las categorías de las ciencias políticas, España no es un mito, Panfleto contra la democracia realmente existente, entre otros. Y que está siendo muy tratado por su escuela, y sus discípulos Iván Vélez y Pedro Insua, entre otros. Sin olvidarnos de un núcleo de nuevos investigadores, escritores y difusores, como menciono sin ánimo de exhaustividad, Roca Barea, Marcelo Gullo, Jesús Laínz, Javier Esparza y un amplio etcétera que va tomando cuerpo.
Es obvio que la estructura jurídico política actual, no protege ni defiende la nación española como debe. No al menos de manera clara, coherente y contundente como se debe, empezando con la «Ley de leyes»: La Constitución. La constitución del 78 es ambigua, acomodaticia, por usar un término muy actual, «fluida» e influida, y para muestra su artículo 2. Su artículo 2 es ambiguo dice una cosa, y después la neutraliza en cierto modo, la oscurece. La primera parte del artículo 2 de la constitución dice: «La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles». Esta primera parte es clara coherente y contundente con lo que podríamos llamar en filosofía política, el principio de preservación. Pues bien. la segunda parte de este articulo dice: «y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas» lo que supone introducir elementos de ambigüedad y ruptura «¿qué es una nacionalidad?». ¿Una autonomía es una fracción independiente?
Concretaré mi tesis y no me extenderé: 1) La nación española es más importante y anterior a la constitución. La constitución ni genera, ni funda, ni precede a la nación. La constitución deriva y debe defender a la nación, y si este debe ser su principal valor. 2) La constitución del 78 y las castas y élites que conforman las fuerzan políticas superiores ponen por encima la constitución sobre la nación, en el marco de la nematología del fundamentalismo democrático, y la subordinación a los derechos humanos y a potencias dominantes extranjeras.
Gustavo Bueno decía que «España es una nación política producto de una evolución histórica como Francia o Inglaterra» A este respecto, es útil el conocimiento de su teoría de la esencia genérica. Núcleo/Cuerpo/Cuerpo, a cuyo estudio invito. También decía Bueno, que «lo que llamamos nacionalidades, son nacionalismos fraccionarios. Catalanes y vascos nunca constituyeron una nación política. Aparecen en el siglo XIX como una aparición de carácter místico,…. Son un camelo. Se fundan en la mentira histórica».
¿Se debe ilegalizar a EHBildu y a otros partidos o asociaciones que tengan como fin disolver la unidad de España? La respuesta es sí, sin ninguna duda, y no solo porque lo diga el artículo 2 de la constitución y sus concordantes. Sino porque es imperativo para la defensa de la nación.
¿Se puede pueden ilegalizar en el momento actual con las fuerzas políticas, jurídicas, sociales, y geoeconómicas? La respuesta es que no es imposible, pero no es fácil. Como hemos dicho, la nematología impuesta por las fuerzas ascendentes, del fundamentalismo democrático, y la sumisión a todo tipo de sus instrumentos institucionales como los juristas de las principales instituciones del Estado como la Fiscalía General del Estado, del Tribunal Constitucional, y de las Cátedras de Derecho Constitucional, nos dirán que no se puede, que no es legal, que no es ajustado a la democracia y a los derechos humanos. Sin embargo, es mentira, la lógica constitucional actual admite y permite una interpretación en el sentido de la ilegalización, con la legislación actual. Pero es más se puede modificar la legislación actual como el Código Penal y la Ley de Partidos y la Ley de Asociaciones en el sentido que es preciso para la defensa indubitada de la nación. Esto último no es la tesis de las fuerzas actuales, es por ello que debamos movilizarnos y crear fuerzas ascendentes y apoyar a las que ya hay para que ese núcleo, que forman los nuevos partidos que defienden si ambages la nación, las numerosas fundaciones y asociaciones, los nuevos investigadores y difusores… tengan cada vez más peso, y ese núcleo devenga en cuerpo, y ese cuerpo en curso, para revertir la nematología que nos asfixia.
Julián Gómez Brea, abogado.