Menudo embrollo se está gestando en Estados Unidos con el derribo de estatuas y la convulsión social con grupos como Black Lives Matter y el movimiento Antifa a la cabeza, ¡y con el COVID-19 en pleno funcionamiento! Toda una oleada de delincuencia en nombre del antiesclavismo y antirracismo. Un antiesclavismo, por cierto, negacionista, pues no se dice nada de los negreros negros: aquéllos que vendían a ingleses, portugueses y musulmanes sus esclavos negros en África. Y un antirracismo que no es trascendental sino parcial, pues hay un importante tufo a racismo antiblanco. Y no nos referimos sólo a los negros, sino a los blancos que se manifiestan; lo cual los hace caer en una especie de autoodio tan suicida como estúpido. Pero la estulticia tiene su público y florece porque florece, que decía Borges.
Lo peor de todo es que, como muchas cosas que salen del Imperio realmente existente, el jaleo no se ha circunscrito al territorio de los Estados Unidos del Norte de América, pues se ha extendido a otros países. Y entre los mismos España, donde un mentecato pintó la estatua de Fray Junípero Serra porque -atendiendo a las exigencias de la edil podemita del Ayuntamiento de Palma de Mallorca de que se retirase «pacíficamente»- creía que este hombre fue un esclavista y un racista, cuando precisamente era todo lo contrario, esto es, un benefactor de los indios, en sintonía con el ortograma del Imperio generador español como ya dejó claro Isabel la Católica en su testamento.
Ante el delirio antirracista y antiesclavista retrospectivo del derribo, mutilaciones y pintadas a estatuas en Estados Unidos por jóvenes fanatizados en lo más estúpido, y cuando no son estos jóvenes se hace directamente desde el poder del Establisment, ¿ha formulado algún tipo de queja formal, por leve que sea, el Gobierno de España? No exactamente. La ministra de Exteriores, Arancha González Laya, sólo ha transmitido su preocupación a distintas autoridades estadounidenses; pero, según la propia ministra, lo ha hecho «discretamente». Aunque, al parecer, la ministra ha defendido que en Estados Unidos se debe conocer mejor la aportación española a la historia de dicho país, y para ello ha propuesto que se abra un Instituto Cervantes en los Ángeles antes de que acabe el año.
El pasado 23 de junio el Partido Popular propuso en el Senado defender «la cultura, historia y el verdadero legado hispano» de Estados Unidos. Lo que el Grupo Popular consideraba la mejor forma de hacer frente a los enemigos de lo español. Los populares también pidieron que se rechace «la hispanofobia que a lo largo de los últimos siglos se ha instalado en parte del discurso oficial dentro y fuera de nuestras fronteras, falseando la verdad histórica de España como nación avanzada y pionera con una enorme y positiva contribución al desarrollo de otros pueblos, especialmente en el continente americano».
Ante esto, el senador socialista Jesús Martín subrayaba: «Hacer una defensa, como la que plantea el PP, poniendo en comparación la historia del imperio que fuimos con el imperio de otros, diciendo que nosotros somos los buenos porque los otros fueron peores, no nos hace mejores, y le da razones a quienes obvian que la sociedad que son existe gracias a aquellos a quiénes cuestionan».
La senadora de Adelante Andalucía, Pilar González, cargaba contra las «inexactitudes» de la moción del PP y criticaba su gesto de derribar la estatua de Abderramán III en un pueblo de Andalucía. La formación ex podemita pero igualmente podemizada es la auténtica heredera del legado de Blas Infante. Lo que desconocen estos indocumentados es que la esclavitud de los Imperios musulmanes fue incluso más atroz que la del mismísimo Imperio Británico.
Un senador de Vox, Jacobo González-Robatto, afirmaría que Isabel la Católica era «una auténtica feminista, no como ustedes». Lo que sin duda era un anacronismo (aunque no sería por eso por lo que se burlaron los senadores adversos). Y eso que el senador de la formación verde les pidió a los señores senadores que se pusiesen «las gafas de la época», pues no se puede juzgar con la visión de hoy lo que se hacía a finales del siglo XV y princios del XVI. Por eso Isabel I no era una feminista ni podía serlo, y ni falta que le hacía.
Pues bien, sería finalmente el 1 de julio cuando el Partido Popular presentaba en el Senado la iniciativa en defensa del «legado español» en Estados Unidos. El objetivo era denunciar la vandalización de estatuas como la de Colón o Junípero Serra. Pero el PSOE y los separatistas votaron en contra. Las sinrazones que dieron se respaldaban en que los ataques a las estatuas no iban contra España sino que representan la expresión ante el racismo y la identidad social que ha de resolverse «con respeto a los derechos humanos». Es decir, se disfraza la hispanofobia, o directamente el delirio extremo, con el manto de los sacrosantos derechos humanos (esos derechos del hombre burgués, por cierto). Porque hay que licuarse y arrodillarse ante tales derechos sagrados e inalienables que soplaron por el Espíritu de la Asamblea Nacional de las Naciones Unidas en 1948, igual que hay que arrodillarse ante los negros porque sus vidas importan y por eso hay que purificarlo todo.
Este movimiento -que como decimos trasciende las fronteras useñas y cual pandemia pretende proyectarse por el globo al modo american way of life aunque ahora como una especie de invasión de los bárbaros o de los Caminantes Blancos, o más bien Negros-, además de iconoclasta, es cátaro. La luz y las tinieblas del zoroastrismo y el maniqueísmo que pasó por la Ciudad de Dios agustiniana, resurgió al sur de Francia con cátaros y albigenses, y pasaría al mito de la izquierda y la derecha en la época moderna mientras se despiezaba el Antiguo Régimen y la historia sagrada de la Gracia se secularizaba en el mito de la Cultura ha experimentado en este pandémico año otra de sus metamorfosis en esa vesánica y trasnochada posmodernidad y en el mito de la globalización aureolar.
Y con este rechazo a defender el legado español en Estados Unidos el PSOE miserablemente mata a dos ruiseñores de un tiro, contentado a sus socios podemitas y separatistas y a sus amos globalistas.
Daniel López. Doctor en Filosofía.