Este lunes postpandémico, día 6, hemos podido asistir a un nuevo bandazo, como nos tienen ya acostumbrados, en las declaraciones oficiales así como de los planes de las instituciones de gobierno. Nos referimos en concreto a las que afectan a las instituciones regias, dentro de los planes de gira por suelo español que los reyes realizarán en la España que ha salido más fuerte. Y no es un bandazo de importancia menor, pues afecta directamente a la soberanía de los españoles.

Como seguramente muchos de nuestros lectores ya sabrán, diversos medios como la agencia EFE, El Confidencial, CeutaTV, El Faro de Ceuta o El Faro de Melilla, entre otros, anunciaron con sorpresa que finalmente los reyes y el Gobierno español cancelaban la visita de nuestro Jefe del Estado a las ciudades autónomas. Y decimos con sorpresa debido a que la semana pasada, como estos periódicos explican, dicha visita ya se había confirmado por parte de un miembro del gabinete de comunicación de la Casa Real y por dos fuentes gubernamentales. Confirmaciones que, antes de su, ahora sí, confirmada cancelación, se siguieron de correcciones. Después de confirmarlo parece ser que se dieron cuenta que no podían confirmarlo, podía tratarse tan sólo de una posibilidad, y de una posibilidad quedó en nada.

Pero, nos podemos plantear, ¿Ceuta y Melilla no han sufrido, y siguen sufriendo, igual que el resto de España la pandemia? ¿No son acaso territorios españoles y tienen el mismo derecho que el resto a ser visitados por el Jefe del Estado? ¿Qué motivo es el que impide la postpandémica visita? Parece ser que el mismo que hizo que hasta 2007 los anteriores reyes de España no visitaran dichas ciudades, a saber: Marruecos. Marruecos, el Gran Marruecos, y sus jurídica e históricamente absurdas –otra cosa es que de facto acabe consiguiéndolo– reivindicaciones de los territorios españoles en el continente africano. Territorios españoles que ya lo eran bastante antes de que el propio Marruecos existiera. Ya en la anterior visita, en 2007, se armó cierto revuelo, incluso Mohamed VI de Marruecos se permitió el lujo de publicar un comunicado de condena y denuncia por la visita de los reyes españoles a dichas ciudades. Y es que, y aquí vamos al núcleo del asunto, parece ser que las autoridades españolas y los españoles tienen que pedir permiso al rey de Marruecos para visitar algunos territorios españoles. Así dicho parece una bobada, una exageración, una cosa de fachas exaltados que ya están otra vez con sus alarmismos. Pero nada de eso, porque es precisamente ese motivo el que ha llevado a cancelar la visita de los reyes españoles a Ceuta y Melilla. No se quiere ofender a Marruecos, al parecer. Un Marruecos que tanto colabora en la lucha contra el tráfico de personas y mercancías y contra el terrorismo, aunque a veces parezca más bien todo un coladero y un refugio de, como se suele decir, extremistas. Y al parecer esa colaboración, interesada, por supuesto, aunque no deja de ser estimable, todo hay que decirlo; esa colaboración, decíamos, al parecer compensa que España no pueda ejercer la soberanía que se le supone sobre todos sus territorios.

No son pocos los que llevan destacando esta situación hace muchos años. Destacando esta situación y hasta advirtiendo que estas ciudades autónomas pareciera que se quieren ceder al vecino país musulmán. Quizá sólo así se puedan entender los silencios del Gobierno español ante el estrangulamiento económico que Marruecos está ejerciendo sobre estas ciudades, la incontrolable inmigración y población musulmana de las mismas o el bloqueo hace años, en 2013, ante la petición para incluir a Ceuta en la unión aduanera europea.

¿Y por qué el Estado español permite todas estas vejaciones y vulneraciones de su soberanía? Porque es un Estado débil. Hay quien pensará que no pasa nada, que al fin y al cabo son dos pequeñas ciudades que tampoco aportan tanto, se pueden ceder si tanto las quieren. Pero, al margen de la importancia geoestratégica de dichas ciudades y la historia española de las mismas, que no es poco margen, lo que revela esta situación es la debilidad del Estado español para controlar los territorios que, mientras no se los quiten, son suyos. Y por tanto para garantizar la seguridad y la libertad de sus ciudadanos. Y esta debilidad del Estado también atenta contra una de las diosas más grandes de nuestro tiempo: la democracia. Y es que si la democracia española existe es porque el Estado español existe y es capaz de sostenerla. Dicho de otra forma, quien crea que ciertos territorios se pueden ceder, que ciertas vejaciones se pueden aguantar –que no tolerar, pues sólo tolera el que puede–, quien crea que nuestro Estado puede exhibir tales debilidades y que, aun así, sus libertades y su democracia, la española, no se verán afectadas es que no sabe dónde vive. Porque el Estado español no es fuerte por ser democrático, sino que es la democracia española la que puede ser fuerte si el Estado español, que es quien la sustenta y permite, es fuerte. Cuanto más débil sea España más débil será su democracia y menos libres serán los españoles. O, como gusta decir a algunos, cuanto más débil sea España «menos democracia» habrá. Es pues deber de todo buen demócrata, hombre o mujer, ser patriota y velar por la fortaleza del Estado democrático al que pertenece. Porque sin él ni democracia, ni libertad, ni seguridad ni nada, tan sólo sometimiento a otros.

Siendo así, desde la Fundación DENAES instamos tanto al Gobierno español, al Jefe del Estado y a todo ciudadano español a ejercer sin tapujos, en la medida de sus fuerzas, el patriotismo, esto es, a la defensa de su territorio, su libertad y su forma de gobierno. También es deber de los ciudadanos exigir a sus gobernantes la defensa de su nación política, y con ella la de su democracia.

 

Emmanuel Martínez Alcocer