El barrio de Belgrano, ubicado en el noreste de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, es una de las emblemáticas zonas de la ciudad porteña. Con un rico pasado histórico, amplias avenidas que conviven con calles, muchas de ellas con adoquines más que centenarios, pobladas por añosas y bellas arboledas de las más variadas especies, plazas, museos de renombre como el Museo Enrique Larreta de Arte Español, el Museo  Casa Yrurtia, el Museo Sarmiento que, en el conflictivo proceso de la capitalización de Buenos Aires como capital de la Argentina a fines del siglo XIX, llegó a ser sede del gobierno, entre muchos otros. También Iglesias icónicas como la parroquia de la Inmaculada Concepción, la «Redonda», popularmente así conocida por su circular planta, hacen al acervo cultural e histórico del barrio que lleva el nombre por Manuel Belgrano, un héroe del panteón nacional, educado en Salamanca, que participó en las invasiones inglesas, creó la Escuela de Náutica, ocupó la dirección del Consulado durante el virreinato, abogado, militar, creador de la bandera nacional y monárquico constitucional hasta el fin de sus días.

En algunas zonas de este populoso barrio de clase media y media alta, conviven modernos edificios de variados estilos, con altas torres de apartamentos lujosos con casonas de excelencia, de múltiples caracteres arquitectónicos: Tudor, neoclásicas, racionalistas, art nouveau, palacetes de perfil francés, italiano o reconstrucciones del colonial hispano. Este barrio es por ello habitado en parte de él por casonas y palacetes donde viven familias, como por embajadas, fundaciones y empresas.

Hace pocos días, caminando por la calle Zabala, que recuerda, vaya paradoja, a don Bruno Mauricio de Zabala, gobernador del Río de la Plata, designado por el rey Felipe II, y quien fuera fundador de Montevideo, donde un monumento ecuestre lo recuerda en una bellísima plaza que lleva su nombre, observé una importante casona donde a lo lejos parecía tener en un mástil los colores de la bandera de España. Al conocer la Embajada, el Consulado General, la Agregaduría Económica, la de Trabajo y la Cultural ,- algunas como la embajada de gran porte y elegancia- , me sorprendió esta, para mí, nueva sede o representación. Al acercarme a ella tuve la respuesta. No flameaba la bandera del reino de España, sino la señera, es decir la bandera histórica catalana, respetable de por sí. En las rejas de portal encontré la desagradable visión de dos placas, una de metal y otra de impresión acrílica con la siguiente leyenda: GENERALITAT DE CATALUNYA. DELEGACIÓ DEL GOVERN AL CON SUD y la segunda: CATALONIA & INVESTMENT. GENERALITAT DE CATALUNYA. GOVERNMENT OF CATALONIA.

Como podemos apreciar, solo en catalán e inglés, pero no en la lengua española, común a toda España, a seiscientos millones de hispanohablantes, incluidos los habitantes de Buenos Aires. Se sabe desde hace mucho tiempo que el separatismo catalán había distribuido «embajadas» a lo largo y ancho del mundo, pero verlo en la cara resulta muy chocante para los que consideramos a España como una unidad política nacional, con diversidades culturales que la enriquecen, pero no como un instrumento de la división territorial. Con este hecho se comprende la condonación de deuda de 15 mil millones de euros que pretende llevar a cabo el gobierno de Pedro Sánchez al gobierno separatista catalán, como la reforma fiscal que le permite ser recaudadora autonómica a la Generalidad, no así con el pago de las pensiones que siguen a cargo del estado nacional, es decir de todos los españoles, lo que conlleva como clara consecuencia a la instauración de la desigualdad más brutal entre las otras regiones, algo que el presidente Sánchez consagra contra el interés de sus propios connacionales, donde prodiga beneficios y prebendas a unos en detrimento de otros, amnistía a los golpistas separatistas violando la Constitución, recarga, por lo mencionado, de impuestos a otras regiones de España, para así lograr el apoyo a su mandato, cediendo a cada extorsión separatista.

Sin duda que estas «embajadas» tendrán funcionarios rentados por el gobierno catalán, que en realidad son solventados por todos los españoles y por todas las regiones contra su voluntad; un hecho lamentable en la senda de un gobierno de España que premia a aquellos que quieren destruirla. Lo único rescatable de mi vivencia visual, es haber observado flamera la señera que, de seguir el rumbo fijado por el gobierno del PSOE, probablemente en no mucho, tiempo en la casona de la calle Zabala, para disgusto de Don Bruno, ondeará la separatista estelada como símbolo identitario de la demolición de la unidad de España y en menoscabo de la gran mayoría de catalanes que se sienten orgullosos de serlo como asimismo de ser españoles.

Quiera el futuro y el tiempo que esto no ocurra, para bien de la querida España.

 

Ignacio F. Bracht

Buenos Aires, Argentina