Estos días ha pasado relativamente desapercibida la noticia del acuerdo alcanzado acerca de la situación de Gibraltar entre España, la Unión Europea y el Reino Unido entre tanto caso de corrupción socialista. Gibraltar es la gran cuestión pendiente, la herida abierta durante más tiempo para la soberanía española, la reivindicación histórica más significativa y que todavía perdura.

La salida del Reino Unido de la Unión Europea abrió una oportunidad histórica para avanzar en el proceso de recuperación de este territorio ocupado. Lamentablemente, casi todo este proceso de negociación lo hemos vivido bajo el peor gobierno en décadas, si no siglos, y el resultado de estos esfuerzos diplomáticos no ha sido sino una auténtica claudicación en la que sólo podemos congratularnos de no haber salido peor parados de lo que ya hemos salido.

El acuerdo no puede calificarse como tal, más se parece a una rendición sin condiciones en la que poco ha faltado para terminar reconociendo una soberanía británica sobre el peñón. Hemos abierto las puertas, o más bien, derribado la verja y permitido el libre tránsito, al coladero de contrabando, drogas y todo tipo de actividad ilegal que ya era esa cueva de piratas.

Los llanitos deben estar descorchando champán y poniéndose hasta las trancas de gintonics, sin terminar de creerse todavía el boleto de lotería que les ha tocado con este acuerdo. Y es que España, a pesar de no tener nada que perder si no había acuerdo, a pesar de que la Unión Europea tampoco es que se jugara mucho en este asunto y que la política británica es un inestable circo de variedades desde hace años, ha llevado la claudicación como estrategia negociadora.

Lo que parecía importarles a los socialistas en todo momento era la creación de una “Zona de Prosperidad Compartida”, que debe ser compartida entre los filibusteros de la roca y los de Ferraz, porque la gente de La Línea y alrededores va a ver de esa prosperidad, los cochazos y chalets de los llanitos.

El ministro Albares, que tanto presume de diplomático de carrera, se ha lucido con este acuerdo. Literalmente lucirse es lo único que ha hecho, porque negociar, lo que es negociar, entre poco y nada, y por el interés de España menos. Parece creer este señor que el éxito en la diplomacia es llegar a un acuerdo y firmar un papel con mucha pompa y boato rodeado de medios de comunicación y siguiendo exquisitas y refinadas maneras. Lo que ponga en el papel, al fin y al cabo, es lo de menos. Lo que importa es parecer dialogantes, multilaterales, globalistas y modernos para que luego nos coloquen en la ONU, la UE, la OSCE o cualquiera de las mil instituciones internacionales que culebrean de aquí para allá.

Ante todo, este despropósito, aunque cueste, lo que debemos hacer los patriotas es no desesperar y seguir trabajando para devolver la dignidad a España, primero dentro, y luego fuera, hasta conseguir que ondee de nuevo la rojigualda en Gibraltar.

Eliseo Fernández Fernández