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Pastel de miel

El español en Asia es de momento un exótico occidental. Acostumbrados a ver rumiantes de Arkansas, la presencia de un español pone a los asiáticos frente a un pasado de tinte legendario, cuando los primeros barbudos que aparecieron en negros cascarones de nuez por el océano hablaban la lengua de Cervantes.

Un pasado que es también un presente, pues las propias lenguas del este de Asia han incorporado algunas palabras sueltas que trajeron los españoles y portugueses en el siglo XVI, trasladándose de una lengua a otra. No debe sorprender que el pastel de miel, uno de los dulces más típicamente japoneses, se denomine “castera”, nombre derivado del “pan de Castilla” que llevaron los primeros misioneros jesuitas en sus barcos; o que en el dialecto hoklo de Taiwán, al pan se le llame “pan” (aunque no al vino “vino”), precisamente una importación del japonés, que a su vez se tomó del portugués y el español.

Estos vestigios lingüísticos se complementan con otros arquitectónicos y su correspondiente toponimia, incluso con los restos humanos, por aquello de que no quede un trozo de tierra sin una tumba española.

La presencia de España ha sido incluso incorporada a discursos nacionalistas, como por ejemplo en Taiwán, donde la mitología separatista exige una diferenciación con la China del continente, y para ello, nada mejor que tirar de la historia: la presencia de los españoles en Taiwán durante 16 años a principios del siglo XVII, junto a la de holandeses y japoneses, sirve para postular una diferente experiencia cultural de los taiwaneses con respecto de la China comunista. De ahí los esfuerzos oficiales por desenterrar los restos del enclave de San Salvador, en el actual puerto de Keelung, o que el antiguo fuerte sito en Tamsui, construido en madera y reconstruido en piedra por los holandeses, todavía lleve el nombre oficial no chino de “Fuerte de Santo Domingo”.

Pero quizás lo más importante, sea, por volver al inicio, la lengua. El español es demandado en todos los países asiáticos, en los cuales existe siempre una pequeña comunidad de profesores de español, ya sean de España o de cualquier república hispanoamericana, que atienden a una demanda creciente de aprendizaje de nuestra lengua. Y lo más sorprendente es que esta demanda se da por la propia potencia del español, y no precisamente por un esfuerzo consciente y continuado de los estados hispanohablantes como en el caso de Francia. Sin apenas apoyo institucional, el español se impone al francés o al alemán a pesar de los miles de millones de euros que Francia y Alemania gastan en autobombo, y a pesar de la cambiante fortuna de la selección española en los mundiales de fútbol.

Somos pocos pero bien armados los que queremos hacer que el pasado legendario se haga más presente en la realidad del día a día en el continente asiático, que el español o el hispano deje de ser el exótico occidental.

Iker Izquierdo

Traductor chino-español

Radio Taiwán Internacional, Servicio en español