unnamed.jpgLa promulgación de la Constitución de 1812, obra de Salvador Viniegra (Museo de las Cortes de Cádiz)

En 1854, Carlos Marx trabajaba como corresponsal en Europa para el diario estadounidense New York Daily Tribune. Aplicando la metodología que él mismo, junto a su camarada Federico Engels, conformó para analizar las sociedades de su tiempo, el materialismo histórico, escribió una serie de artículos sobre la Vicalvarada, el cuarto periodo revolucionario español (1854-1863) que dio lugar al bienio progresista y la sucesión de gobiernos de la Unión Liberal que restauraron, modificada, la Constitución Española de 1845. Marx entendió que para comprender el presente tenía que estudiar el pasado, y esta premisa la aplicó, también, a España.

Como dijo Gustavo Bueno una vez, «el materialismo histórico de Marx es tan importante que no asimilarlo es como ser precopernicano». Este materialismo es una metodología de análisis de la realidad política e histórica de las sociedades, de cara también a la acción política a la hora de influir en el presente y en el porvenir. Marx tuvo que analizar la dialéctica de clases y de Estados de la España previa a la Guerra de Independencia Española, primer periodo revolucionario español (1808-1814), que permitió la transformación de la Monarquía Católica Universal que cubría vastas tierras de América, Asia, África, Oceanía y Europa (el primero Imperio global, en el que no se ponía el Sol), en la nación política española de ciudadanos libres e iguales en derechos y deberes «de ambos hemisferios», como reza el Artículo 1 de la Constitución de Cádiz, cuya onomástica se celebró este pasado 19 marzo, día de su redacción en 1812.

La importancia histórica sin igual, revolucionaria, de aquel acontecimiento, la señaló Marx en 1854 de esta manera:

El 24 de septiembre de 1810 se reunieron en la isla de León las Cortes extraordinarias; el 20 de febrero de 1811 se trasladaron a Cádiz; el 19 de marzo de 1812 promulgaron la nueva Constitución, y el 20 de septiembre de 1813, tres años después de su apertura, terminaron sus sesiones. […] Las circunstancias en que se reunió este Congreso no tienen precedente en la historia. Ninguna asamblea legislativa había reunido hasta entonces a miembros procedentes de partes tan diversas del orbe ni pretendido regir territorios tan vastos de Europa, América y Asia, con tal diversidad de razas y tal complejidad de intereses; casi toda España se hallaba ocupada a la sazón por los franceses, y el propio Congreso, aislado realmente de España por tropas enemigas y acorralado en una estrecha franja de tierra, tenía que legislar a la vista de un ejército que lo sitiaba. Desde la remota punta de la isla gaditana, las Cortes emprendieron la tarea de echar los cimientos de una nueva España, como habían hecho sus antepasados desde las montañas de Covadonga y Sobrarbe.

Marx engarzaba así el pasado español con el presente que le tocó vivir, y ello le permitió realizar pronósticos de futuro tanto a él como a Engels, que analizamos en el libro El marxismo y la cuestión nacional española (El Viejo Topo, 2017). Marx elogió la defensa de la nación española en un momento álgido de construcción de la misma ante un invasor francés, y también lo hizo cuando criticó las pretensiones nacionalistas de vascos y catalanes, o el federalismo, que consideró una reaccionaria destrucción de la unidad nacional, precisamente impulsada desde Cataluña. La aplicación del Artículo 155 de la Constitución Española de 1978, para evitar un proceso de secesión hoy en Cataluña, permite recomponer temporalmente los engarces institucionales que en España empezaron a conformarse en 1812, aunque siempre desde la reconstrucción de una unidad histórica ya existente desde tres siglos antes. No obstante, la aplicación del 155 no es suficiente para recomponer la nación política española. Pues la estructura del Estado, de facto federal, ya consagrada en la Constitución cuyo artículo 155 sirve para impedir la implosión definitiva de España, sigue siendo el principal acicate a la destrucción de España como nación.

La lástima es que no hay fuerzas políticas ni líderes en España que, haciendo caso a Marx, enarbolen el 19 de marzo y su metodología de análisis para defender la nación, incluso llegando al poder político. Sin embargo, la supervivencia de España a sus enemigos internos y externos requerirá, tarde o temprano, una organización política de este calibre para defender la nación levantada hace ya 206 años.

Santiago Javier Armesilla Conde

Politólogo