El surgimiento de la banda terrorista ETA a mediados del siglo XX en España debe ser considerado como el episodio más deleznable de la historia reciente de nuestra nación. Sin duda, el primer motivo de desprecio debe referirse a la comisión de los viles asesinatos que han arrojado miles de víctimas entre muertos, heridos, secuestrados, amenazados, expatriados y afectados en general. Pero, en segundo lugar, ha desvelado las mezquinas actitudes de quienes no ya que hayan apoyado sus actuaciones sino de aquellos que las han justificado o intentado “explicar” –situándose así dentro de la maquinaria terrorista- como si fueran conocedores del sino mismo de la historia.

Tanto las opiniones que introducen una supuesta distinción entre un “nacionalismo radical” y un “nacionalismo moderado” o que hablan de las “torturas del Estado español”, como las más recientes postulaciones en torno a la organización territorial de la Nación española están, todas, teñidas del oscuro rojo producido por las 9 mm Parabellum o la Goma-2. Y en este punto tampoco se salva el llamado “mundo de la cultura”, desde donde muchísimas veces hemos asistido a un silencio delator de su propia bajeza moral; o que, acaso con raras excepciones, ha obviado manifestar un contundente rechazo no ya a las acciones sino a los fines de ETA, alineándose de esta forma al lado de los nacionalismos fraccionarios en su función de corifeo.

En este sentido, desde DENAES, debemos saludar aquellas obras y ensayos constitutivos de opiniones y análisis que viene a poner los puntos sobre la íes o que, en todo caso, se ofrecen como reflexiones limpias en un paisaje de tanta sordidez como el que constituye el terrorismo nacionalista de ETA y –por decirlo así- sus periféricos. Aunque todavía según un ritmo de cuentagotas, poco a poco, van apareciendo títulos que tocan críticamente diversos aspectos relacionados con la banda terrorista y sus planes, las víctimas, el nacionalismo fraccionario vasco, opiniones de cineastas, escritores, etc.

En este contexto, el reciente libro titulado El eco de los disparos se presenta como una obra que quiere analizar las actitudes del “mundo de la cultura” –principalmente, literatura y cine- con relación al llamado “problema vasco”. Lo que encontramos, por lo tanto, en él son determinados análisis de obras literarias -novela- y cinematográficas en las que de alguna manera se ha abordado el fenómeno del terrorismo nacionalista de ETA, sin reducirse exclusivamente al territorio de las Provincias Vascongadas. Lo interesante y plausible de este libro, a juicio de DENAES, es la denuncia de la indiferencia –y, por ende, complicidad- tanto por parte del “mundo de la cultura” como por parte de muchos ciudadanos con relación al terrorismo de ETA. El eco de los disparos, a este respecto, deja clara su posición frente al terrorismo etarra, pero también –como no podía ser de otra manera, mirando a cierta perspectiva que interpreta el terrorismo nacionalista etarra en el contexto de su “legítimo repudio” a la nación política española- a propósito de la meliflua postura de los partidos nacionalistas del País Vasco.

Ahora bien, para DENAES, ciertas consideraciones y opiniones vertidas en El eco de los disparos empañan las intenciones de la obra y contribuyen a una confusión cegadora. Nos referimos, por un lado, a la distinción entre “nacionalismo moderado” y “violento”. El error de El eco de los disparos consiste precisamente en diferenciar un nacionalismo supuestamente moderado de otro nacionalismo no moderado o radical. DENAES sabe que el horizonte crítico para la interpretación debe ser la Nación española y, cuando tenemos esto en cuenta, la distinción entre nacionalismos, tomando como criterio la moderación, desaparece porque lo que el nacionalismo fraccionario vasco persigue – pero no nos olvidemos del nacionalismo catalán y del gallego- es llevar a buen puerto su programa secesionista, sin reparos. Por otro lado, el uso del término “violentos” constituye un abuso y un vicio, no porque los terroristas nacionalistas etarras no sean violentos sino porque lo que distingue a estos “violentos” de otros es su condición de asesinos con relación a la Nación española, pero no a la irlandesa, por ejemplo.

Efectivamente, si perdemos de vista este horizonte seguramente podremos decir muchas cosas sobre el nacionalismo vasco –o catalán, o gallego-, pero carecerán completamente de sentido político. Es en este plano político formal donde, para DENAES, cobra pleno significado todo análisis sobre el terrorismo nacionalista etarra y sus periféricos.