No contentos con la voz y los privilegios parlamentarios que disfrutan en la actualidad, los miembros de Podemos quieren que los etarras hoy liberados impartan charlas en colegios y centros de enseñanza secundaria


Pablo_Iglesias_ETA.jpg

No cabe duda que la banda terrorista ETA ha marcado el devenir de los últimos cincuenta años de la Nación Española. Surgida como fuerza política antiespañola en 1959 (aunque desde siempre identificada por las cada vez más inanes izquierdas políticas con el antifranquismo) como una escisión del Partido Nacionalista Vasco, uno de sus principales ideólogos fue Federico Krutwig, quien aparte de dejar escrito en su libro Vasconia delirios tales como que los vascos procedían de la Atlántida o que el eusquera es la lengua más antigua de la humanidad [sic], se dio cuenta que una iniciativa política como la de los peneuvistas, con su folklorismo de chapelas y chistorras, jamás lograría la popularidad suficiente. Era necesario formar un partido de masas, que adoptase las formas marxistas leninistas de lucha armada tan aclamadas entonces, y que fuera abanderada por la juventud, la denominada «izquierda aberchale» (algo propio no sólo del comunismo sino también del fascismo y el nazismo).

ETA se convertiría así en la vanguardia de la lucha por segregar el País Vasco de España, camuflando lo que no era más que una ideología clerical, delirante y repugnante bajo las hechuras de la modernidad y «la izquierda», de la lucha de los movimientos de liberación nacional, del «Movimiento de Liberación Nacional Vasco», nombre que se le atribuyó a todo el conglomerado institucional del terrorismo separatista vasco, desde sus organizaciones civiles, sindicatos y forma partidaria, hasta el propio entramado terrorista que ha asesinado hasta la fecha a casi mil españoles.

Si bien durante el final del franquismo ETA no pasó de asesinar a varios guardias civiles de forma cobarde y cruel (además de a un bebé de apenas unos meses de edad, según ciertos historiadores), sin olvidarnos del asesinato del Almirante Carrero Blanco en 1973, durante la Transición democrática sus asesinatos condicionaron a los sucesivos gobiernos, que se convirtieron en cómplices objetivos del terror (cuyo resultado más palmario fue el Estado de las Autonomías, cesión incomprensible a los sediciosos gracias al chantaje terrorista); incluso asesinatos como el del ingeniero José María Ryan Estrada en 1981 (tan similar en el método al del concejal de Ermua Miguel Ángel Blanco en 1997), impidieron que obras tan importantes como la Central Nuclear de Lemoniz se instalase en el País Vasco.

En lugar de granjearles numerosos enemigos, ETA se ganó desde el primer día las simpatías de buena parte de la comunidad internacional, bajo la coartada de que era un grupo «de izquierdas» y antifranquista, entrevistándose recientemente con observadores internacionales e incluso permitiendo la pantomima de una «Conferencia de Paz» donde nunca ha habido guerra, puesto que no existe un estado vasco que se enfrente a la Nación Española, y menos aún bajo la consideración de «colonia» que deba liberarse de una ominosa metrópoli. Incluso numerosos políticos de nuestra democracia coronada, destacando en los últimos tiempos el nefasto Presidente Zapatero y Pablo Iglesias Turrión, invocaron una «solución política» para el «conflicto vasco», consistente en ceder al chantaje del terror sedicioso y concederles más y más prebendas; incluso el líder de Podemos ha llegado a decir que los crímenes de ETA tienen «una explicación política», dando por supuesto que la Euskal Herría por la que dicen luchar ya existe, si acaso aureolarmente, pero que cuando comience a existir le otorgará una legitimidad: en la verdad de ese delirio, en su realización como Euskal Herría, estará justificada la violencia armada, dirá Turrión invocando de forma oscura la metáfora del verum est factum.

Por todo ello, la reciente propuesta de los miembros de Podemos para que antiguos etarras impartan charlas a escolares, constituye un alarde más de la banda separatista, otorgarles un nuevo foro donde poder seguir haciendo proselitismo de sus criminales métodos, siempre justificándolo todo en nombre de la paz y la concordia. Una paz que nunca será una simple ausencia de violencia y carente de «vencedores y vencidos», puesto que, aun desde su ideología delirante e irracional, no cabe duda que la ETA considera, de manera muy racional, que su presencia en las instituciones de la Nación Española y el prestigio que gozan entre diversas sectas separatistas, ya sean las CUP catalanas o las marcas blancas de Podemos en el País Vasco y Navarra, es el resultado de haber triunfado en su lucha contra esa «cárcel de pueblos» que para ellos constituye la Nación Española. Una paz que constituye una humillación para la Nación Española, representada en ese fractal de los asesinados por ETA y sus todavía sufrientes familiares.

Si desde alguna paz hay que juzgar la situación actual, es sin duda desde la paz de la victoria lograda por ETA, desde su indudable triunfo que alcanzó allá por el mes de Octubre de 2011, cuando en un delirante y soberbio comunicado la banda terrorista separatista vasca se homenajeó a sí misma, presumiendo de su lucha armada y de los logros conseguidos gracias a ella, proclamando un «alto el fuego indefinido», que cesará cuando los terroristas consideren que han consumado su rearme, o cuando no se cumplan las concesiones pactadas por el nefasto Presidente Zapatero en sus años de desgobierno socialista de España.

Sin embargo, poco importa que ETA nunca haya proclamado su final y su desarme: las fuerzas políticas de toda condición, sumados a los periodistas afines al régimen constitucional, llevan años intentando engañar a los españoles, haciéndoles creer que lo que no es más que un triunfo de ETA es un triunfo de España y de «la democracia», que ETA se incorporó en el año 2011 al proceso democrático español. Quizás se refieran estos politicastros a la democracia vasca que se instalará en un hipotético País Vasco independiente…

Desde la Fundación Denaes contemplamos con estupor que la banda terrorista separatista ETA no sólo sigue existiendo como tal, aguardando latente el momento oportuno para volver a atentar contra la Nación Española, sino que incluso un número considerable y destacado de españoles le otorgan un prestigio realmente sorprendente. Les consideran nada menos que «hombres de paz», que generosamente han abandonado la lucha armada para convertirse en hombres redimidos por la ideología fundamentalista de la democracia; ejemplo de demócratas dignos de ser escuchados por los tiernos infantes, a los que adocenarán y atraerán hacia la causa sediciosa desde tan lábiles argumentos, parte indisoluble de una indigesta papilla fundamentalista.

Fundación Denaes, para la Defensa de la Nación Española.