Jamás se imaginó Rafael Casanova que su gesto de rendirse, un 11 de Septiembre de 1714, ante las tropas partidarias del Rey Felipe V de Borbón, en nombre de la independencia y libertad de España, se convirtiera en el delirio colectivo que hoy se conoce como Diada, y que canaliza los objetivos de numerosos sediciosos antiespañoles en Cataluña


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Si aquel 11 de Septiembre de 1714 alguien le hubiera dicho a la entonces máxima autoridad en Barcelona, dentro del bando austracista en la Guerra de Sucesión al trono español, Rafael Casanova, el mismo que en nombre del Archiduque Carlos de Austria proclamó al rendirse «la independencia y libertad de España», ante el bando del Borbón Felipe de Anjou, después Felipe V de España, que su ceremonia de rendición se convertiría, varios siglos después, en una verdadera manipulación y exhibición de delirio en contra de la Nación Española, jamás se lo hubiera creído.

Y es que cada 11 de Septiembre, desde el comienzo de la tan idealizada Transición democrática, concretamente en 1977, en la región española de Cataluña son las masas cada vez más numerosas de ciudadanos españoles quienes, adoctrinados en una ideología delirante que les concede superioridad sobre los españoles mesetarios, a los que tildan literalmente, cada vez que tienen ocasión, de tarados y seres inferiores, celebran la derrota de Casanova como si fuera la de una ficticia nación llamada Cataluña, oprimida por esos mismos seres mesetarios sobre los que aspiran a imperar, chantajeándoles con la disgregación para conseguir privilegios de autogobierno, financiación, &c.

Nunca una manipulación histórica pudo ser más burda, y además sin presentar la más mínima prueba al respecto (los manuales al uso de estos pseudohistoriadores jamás se dignan a presentar, ni siquiera fragmentariamente, la proclama de Casanova), constatación fehaciente de que los argumentos de tantos y tantos funcionarios de la historiografía, que no pasan de la mera verificación de que el argumentario separatista «carece de base histórica», no sirven lo más mínimo para hacer cambiar de parecer a numerosos españoles, quienes enajenados por la manipulación más burda que quepa imaginarse, bajo el nombre de Diada, siguen como si fueran ídolos de barro a los líderes de las sectas separatistas catalanas que aspiran a destruir la soberanía española e ingresar como miembro de pleno derecho en la «Europa de los Pueblos». Más que manipulación, verdadero modelo del género español del esperpento.

La tolerancia de las instituciones españolas hacia todo el proceso separatista, acontecida durante décadas, ha envalentonado a los sediciosos, que desde hace unos cinco años caminan en una bochornosa y cobarde huida hacia delante, cuyos pasos suelen recorrer en sentido inverso cada vez que perciben que el Gobierno de España puede meterles en cintura, en un singular ejemplo de la cobardía congénita y paradigmática de estos vulgares sediciosos, cuyas aspiraciones de autogobierno ya han sido más que colmadas y saben perfectamente que jamás, sin el apoyo de terceros, podrá tener lugar el nacimiento de su delirante nación fraccionaria catalana.

Aunque tradicionalmente era el «partido del régimen», Convergencia, quien llevaba la voz cantante en la celebración de la Diada, frente a quienes, en nombre del constitucionalismo español, fueron apartándose, como Partido Popular, PSC o Ciudadanos, ahora son las «fuerzas del cambio», tales como las batasunizadas CUP o la marca blanca de Podemos en Cataluña, Cataluña Sí que se Puede (la partidaria de un referéndum separatista con todas las de la ley para que los catalanes ejerzan el fantasmagórico y corrupto «derecho a decidir»), quienes junto a ERC, socio de Convergencia en el actual gobierno catalán, han planteado su propia alternativa lúdica dentro del evento sedicioso por excelencia en la región catalana. Tiempos de cambio, de cambio para que todo siga igual, como diría Lampedusa.

Mientras, entre las fuerzas nacionales sigue la discordia y la imposibilidad de unidad de acción. Si bien el Partido Popular de Mariano Rajoy ha sabido encauzar la deriva separatista, dejando en evidencia que las constantes amenazas formales jamás se cumplirán (¿de dónde sacarán los sediciosos los medios para formar su «Hacienda catalana» sin la ayuda del Gobierno de España?), preocupa la perspectiva federal, muchas veces más allá de la exhibida por su partido asociado, el PSOE, del PSC, que a través de su líder Miguel Iceta se ha mostrado partidario en más de una ocasión de formular un referéndum en la práctica idéntico al reivindicado por los sediciosos antiespañoles en Cataluña.

No olvidemos tampoco que hace ya diez años, en 2006, Zapatero basó su permanencia en el poder durante dos legislaturas en el Estatuto de Cataluña, que señala que esa región española es nación; no olvidemos que el hoy cadáver político Pedro Sánchez, aún hoy secretario general socialista, se ofreció justo hace dos años a preparar una reforma constitucional que convirtiera a España en un estado federal, a cambio de que el entonces presidente catalán, Arturo Mas, retirase su convocatoria de pseudocosulta separatista del 9 N.

Desde la Fundación Denaes comprobamos que la anual celebración de la Diada cada 11 de Septiembre no es más que la constatación de un esperpento ya por desgracia demasiado habitual en nuestra Nación Española. Una manipulación histórica cada vez más descarada y vergonzosa, sin la más mínima base argumental más allá del delirio, sirve para que los sediciosos antiespañoles cada vez aglutinen. Tal es la fuerza psicosocial del separatismo catalán, cuyo combate requiere de mucho más que estados de excepción y de represión contra un colectivo numeroso que, números en la mano, puede realizar una exhibición de fuerza que comprometa aun formalmente nuestra existencia como Nación

Fundación Denaes, para la Defensa de la Nación Española.