Los medios catalanistas han silenciado lo ocurrido


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Con un Gobierno en funciones, el de Mariano Rajoy, candidato a la presidencia por el PP, y el resto de formaciones, etiquetadas algunas de ellas bajo el ideológico e impreciso rótulo de «fuerzas del cambio», de un cambio de sillones que aparece como primer objetivo de la mudanza, la actualidad no cesa de dar muestras de hasta qué punto la Nación está amenazada tras décadas de adoctrinamiento por parte de las facciones independentistas que con consentimiento de los sucesivos gobiernos se han fortalecido notablemente.

El episodio de hispanofobia al que queremos referirnos nos conduce a la ciudad de Barcelona, donde hace unos días fueron agredidas dos chicas que informaban, bajo los pabellones español y catalán en riguroso equilibrio representativo, sobre la asociación Barcelona con la Selección, iniciativa que ha logrado la proeza, venciendo los subterfugios de Ada Colau, de poder ofrecer los partidos de la selección nacional de fútbol en un espacio público tras vencer las habituales trabas que, alentadas por la falsa conciencia y el odio más visceral, suelen oponer las instituciones que en Cataluña se hallan en poder de los enemigos de España, sean estos «de derechas de toda la vida» -el conocido y mal llamado nacionalismo moderado- o en esa versión «antisistema» que si algo repudia sin duda es todo lo que huela a español.

Lamentablemente, no existe hoy en Cataluña fuerza alguna que no esté infectada, en mayor o menor medida, de catalanismo, tras el centrifugado de cerebro que se lleva a cabo en las aulas en cuyos patios se intenta extirpar el idioma de Cervantes.

En estas circunstancias, días después de que se produjera la agresión y el destrozo del tenderete en el que las muchachas ofrecían la información, hemos podido asistir al desarrollo habitual: Por una parte, los medios de comunicación controlados por el poder, con ese altavoz público del separatismo que responde a las siglas TV3 a la cabeza, han silenciado el caso, en una nueva muestra de la omertá imperante en Cataluña, implantada desde los tiempos en que una banda delictiva de estructura familiar rigera los destinos de la región. Otros han informado tibia y discretamente, mientras que los medios y los periodistas que de verdad se han comprometido con las agredidas han recibido una catarata de insultos por parte de los más fanatizados sectarios catalanistas. Mujeres al cabo, las féminas tampoco han recibido las muestras de apoyo de las habitualmente beligerantes plataformas feministas comprometidas con proyectos espiritualistas, sexistas, animalistas y visibilizadores, por ejemplo, de la menstruación sostenible. Mujeres eran las agredidas, mas mujeres afectas a la bandera nacional, lo cual las estigmatiza no sólo en muchos territorios de España sino también en amplios contextos ideologizados y marcados por la Leyenda Negra. Sea como fuere, y a pesar de que han pasado algunos días y se han hecho públicas grabaciones e imágenes de estos españoles enfermos, lo cierto es que los Mozos de Escuadra no han detenido, cuando este editorial se escribe, a semejantes individuos, algunos de los cuales ya están identificados. Tal es el caso de un tal Oriol, hombre vinculado a las CUP, que sin embargo no se limitó más que a amenazar a las mujeres.

Cabe, no obstante, recelar del desenlace de esta agresión, pues al parecer la policía autonómica calificó en el acta los hechos como faltas y no como agresiones…, calificación que la Fiscalía, a la que acudió la organización, ha obligado a corregir tras la presentación de partes médicos en los que aparecen lesiones.

Los hechos, de por sí graves, buscan objetivos muy concretos. El primero de ellos es sembrar el terror entre los que pudieran ir a presenciar los partidos de una selección integrada en gran parte por un conjunto de silentes jugadores que se ganan muy bien la vida en ese otro órgano rendido al catalanismo, el Fútbol Club Barcelona, siempre dispuesto a impulsar la causa separatista e incluso capaz de incorporar en sus cláusulas contractuales la obligación de que los peloteros se sometan a una suerte de inmersión lingüística vigilada con menos celo del que se aplica en las aulas, pues el balón nada sabe de la lengua de Verdaguer o de la que adoptó en su día José Montilla. Así pues, las agresiones bien pudieran mermar la asistencia a unos actos para cuya celebración han derramado tesón y trabajo los organizadores cuya portavocía ocupa Ignacio Pla. Si este es el objetivo, desde DENAES, Fundación que se solidariza sin reservas con Barcelona con la Selección, animamos a que se produzca justamente el efecto lo contrario, es decir, que el lugar destinado a presenciar los partidos, todavía no hecho público por razones de prudencia tras las cuales late la amenaza, se abarrote de gente y de enseñas nacionales, pues esta sería la prueba del fracaso de los sectarios catalanistas. Paralelamente, también animamos a la asociación a que persista en su trabajo para lograr que la selección vuelva a jugar en Barcelona, en concreto en el estadio del Español, cuyo presidente, Chen Yansheng, no infectado de hispanofobia, pidió ya a la Federación Española de Fútbol la celebración de tal partido.

Si esto ocurría entre policías y jueces, en lo que respecta a la grey política, los gerifaltes del catalanismo, unidos en su odio a España pero discrepantes en cuanto a los métodos de ruptura o desconexión, han condenado en su gran mayoría los hechos, si bien de una manera muy sutil, subrayando lo puntual de los mismos o, en el caso de los podemitas que ocupan la casa consistorial, Pisarello dixit, condenando «cualquier expresión de violencia», secular fórmula habitual de las hordas separatistas cuando de referirse a terroristas de ETA se trata.

La agresión descrita es de enorme gravedad, pues es bien conocida la enorme representatividad que las selecciones de fútbol tienen. Sin embargo, más allá de este caso, consideramos que los hechos tienen una lectura aún más preocupante, y no sólo por la falta de una respuesta contundente e inmediata, sino porque lo que se percibe como trasfondo, es una total falta, por parte de los partidos gobernantes o los que aspiran a ello, de una estrategia articulada a ir desmontando, en un proceso que requiere de tiempo, esas muy diversas acciones apoyadas en estructuras ideológicas desnacionalizadoras. Las mismas que han convertido en héroes a aquellos que exhiben los símbolos nacionales en unas tierras que tratan de erradicarlos, junto con la igualdad de todos los españoles, ante la pasividad de un Estado que lleva en funciones no sólo desde que tiene un Gobierno de tal condición, sino desde mucho, mucho más tiempo del deseado.

Fundación Denaes, para la defensa de la Nación española