Desde la Fundación DENAES contemplamos con indignación el blanqueamiento al que está siendo sometido Otegui tanto en las instituciones públicas como en medios de comunicación mercenarios y colaboracionistas con cualquier género de separatismo


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La pasada semana, Arnaldo Otegui, viejo integrante de ETA, símbolo del secesionismo vasco, vio cómo las principales instituciones catalanas se abrían de par en par para que, empleando la proscrita lengua de Cervantes, el terrorista pudiera continuar con su secular campaña propagandística hispanófoba. La gira, que sin duda tendrá continuidad en otros puntos de la geografía española, ha hecho las delicias de las numerosas sectas catalanistas que se miran en su espejo compitiendo en deslealtad y exhibiendo a menudo la habitual fascinación con la que el pequeñoburgués contempla al hombre de acción. En este caso de acciones criminales.

Es bien conocida la constante realimentación existente entre las diversas facciones que se disputan la destrucción de España. A los cientos de crímenes cometidos contra españoles por parte de la banda terrorista ETA, siempre le ha sucedido el reimpulso catalán, pacífico en su gran mayoría, en pos de la transformación de sus regiones, Cataluña y Vascongadas, en naciones que sin duda serían irrelevantes en el concierto internacional. Esta simbiosis entre las acciones de los diversos pseudopartidos y otras organizaciones parasitarias de la nación remite a las hondas raíces de la coalición GALEUSCA, que ya desde los años veinte del pasado siglo trató de hacer saltar por los aires la unidad de España. El proyecto, recuperado en diversos momentos de nuestra vida nacional, se mantiene, con las obligadas transformaciones que ha ido imponiendo el paso del tiempo y el contexto político, el mismo objetivo, y distintos actores como en el que en el caso de este editorial nos ocupa.

Cercano a los 60 años, el exconvicto Arnaldo Otegui es en la actualidad portavoz y secretario general de Sortu, una de las múltiples marcas tras las cuales se ha ido emboscando el independentismo vasco que trata de hacer de la fantasmagórica Euskal Herria una nación, proyecto que culminaría los sueños de un español enfermo, el racista ultraconservador Sabino Arana. Si el longevo Arana comenzó su patológica andadura buscando la independencia de Vizcaya, incluso al precio de entregarle la provincia a Inglaterra, sus sucesores ampliaron el radio de sus aspiraciones en búsqueda de los mismos objetivos, pero referidos a esa Euzkadi de la que tanto se mofó, por su monstruoso origen, Miguel de Unamuno. La fanatización vascongada, como es sabido, terminaría alumbrando el nacimiento de una organización terrorista, la ETA a la que pertenece el hombre que tanto calor ha recibido en Barcelona.

Con las armas guardadas para una mejor ocasión, el separatismo vasco ha visto cómo el catalanismo ha alcanzado gran parte de sus objetivos con la complicidad objetiva de los sucesivos gobiernos, capaces de cualquier cosa con tal de acceder al poder. Cimentado en el más sentimental y hondo fundamentalismo democrático, con la inestimable ayuda de los jueces, la estrategia del catalanismo avanza hacia a un ritmo constante, evitando el desagradable color de la sangre que sigue manchando a los vasquistas. Tales circunstancias están sin duda tras las nuevas acciones y el cambio experimentado por el separatismo vasco en los últimos años, al demostrarse que la invocación al «derecho a decidir» es mucho más práctica, a efectos propagandísticos, que la aparición en las telepantallas de individuos encapuchados y tocados de boinas que leen comunicados en los que siempre hay presencia de armas. Todo ello explica el hecho de que, una vez fuera del penal, las bases de EH Bildu, buscando en el miserable hombre de Elgóibar la figura de un héroe, hayan elegido a Otegi como candidato a presidente de la Comunidad Autónoma Vasca en las elecciones que se celebrarán hogaño.

El historial delictivo de Otegui obra, sin embargo, en contra de tan procedimentalmente democrática intención, pues sobre él pesa una condena de inhabilitación para cargo público hasta el 28 de febrero de 2021. Pese a todo, conocida sobradamente la condena, no son pocos los que han invocado argumentos leguleyos, buscando un resquicio legal que permita la cristalización de la citada candidatura. El modelo que se toma para buscar tal salida es el del caso de Iker Casanova, quien se pudo ser parlamentario porque su inhabilitación no precisaba a qué cargos afectaba, circunstancia que al parecer también concurriría en el caso de Otegui en relación a la condena cumplida por este por el caso Bateragune, es decir, por el intento de reorganizar la herramienta política de ETA: Batasuna. En tales circunstancias, Otegui hará su reaparición en el Palacio Euskalduna de Bilbao, nuevo hito de su gira «Escuchar para mejorar».

Desde la Fundación DENAES contemplamos con indignación el blanqueamiento al que está siendo sometido Otegui tanto en las instituciones públicas como en medios de comunicación mercenarios y colaboracionistas con cualquier género de separatismo. Al tiempo, y dada la experiencia, mostramos públicamente nuestro recelo para con las decisiones judiciales, siempre tibias ante casos como el presente. No podemos cerrar este nuestro editorial sin volver a reclamar, una vez más, no ya la neutralización de individuos como Otegui, sino también la de todas aquellas organizaciones cívicas o políticas, valga la redundancia, que programáticamente propugnen la destrucción de España.