La Razón

Independientemente de que se esté o no a favor de la secesión del resto de España, los ciudadanos de Cataluña son pragmáticos; el 56,7% de los catalanes no cree que prosperase la independencia catalana fuera de las fronteras de la Unión Europea. Son mayoría en todas las franjas de edad, especialmente entre los ciudadanos de 30 a 64 años, con porcentajes entorno al 60%. Son datos que se desprenden de la encuesta de NC Report para LA RAZÓN.

La sociedad catalana se muestra muy fragmentada en la respuesta ante la cuestión de si renunciaría a los servicios que hoy recibe del Estado por la independencia. Mientras que un 44,3% no renunciaría, otro 42,3% sí estaría dispuesto a hacerlo. Los mayores de 29 años no estarían dispuestos a prescindir de estos servicios y por el contrario los menores de 30 años sí.

Los catalanes se dividen en dos mitades al opinar sobre si España es o no solidaria con Cataluña; el 45,9% considera que España no es solidaria con ellos, mientras que el 44,7% estima que sí lo es. Entre los menores de 65 años se impone el sí y entre los mayores de 64 años son mayoría los del no.

Un 10% de los actuales votantes de CiU no mantendría el voto a esta coalición si acogiese en su programa electoral la independencia. Obviamente este voto es fundamental para CiU para erigirse como primera fuerza política en Cataluña, y la calculadora CiU ya ha echado sus cuentas y está dispuesta a asumir esta pérdida porque sin duda compensaría estas deserciones con voto que le llegaría de formaciones independentistas como Esquerra Republicana, Solidaritat Catalana per la Independencia, Reagrupament, etc. Por el contrario ese 10% de voto no independentista de Convergència i Unió podría, para ejercer un voto útil y no testimonial, buscar refugio en otras formaciones no secesionistas; los menos nacionalistas y conservadores podrían recalar en el PP y los más nacionalistas y progresistas posiblemente engrosasen los votos del PSC. De momento, Artur Mas, con la movilización del 15-S ha conseguido despejar el panorama de siglas en el campo del nacionalismo, dejándolas de nuevo, como antes de 2010, en dos CiU y ERC, a costa de sacrificar las esperanzas electorales de pequeñas formaciones escindidas de ERC o que nacieron al calor de la crisis de Esquerra por su paso por el tripartito.