Nadie tiene derecho a entregar a la generación siguiente un hogar más pobre, un patrimonio menoscabado, una nación más rota.


Tele_20familia.jpgUna nación es, entre otras cosas, un legado, una herencia, el fruto de una sucesión de generaciones que, a lo largo de la Historia, han ido construyendo un espacio de vida, de sentimiento y de pensamiento. Todos construimos la nación. Sobre lo que nuestros padres nos han legado, añadiremos lo que buenamente podamos; eso es lo que legaremos a nuestra vez. De esa solidaridad entre las generaciones se alimenta la continuidad histórica. Pues bien: nadie tiene derecho a romper esa cadena. Nadie tiene derecho a entregar a la generación siguiente un hogar más pobre, un patrimonio menoscabado, una nación más rota. Semejante cosa sería un desprecio hacia quienes nos precedieron y también hacia quienes nos sucederán. Quien en provecho propio vende la herencia que ha recibido, para ostentar mayor poder, para ganar unas elecciones o para satisfacer otros intereses, comete una irresponsabilidad de dimensiones propiamente históricas. Y no será el futuro, sino el presente quien comience a pedirle cuentas.