Si los responsables del Ayuntamiento de Madrid no rectifican, estarán haciéndose cómplices de un enemigo declarado de la unidad y la dignidad de España y los españoles.


Hace pocos meses, el actor Pepe Rubianes alcanzaba fama nacional por sus agresivos exabruptos contra España y los españoles. Sus sórdidas declaraciones en la televisión pública catalana, jaleadas por los responsables de ésta, demostraron hasta qué grado de impunidad ha llegado la fobia a España. También demostraron el ínfimo nivel, tabernario, de cloaca, del sentimiento antiespañol en Cataluña.

Ahora ese mismo Rubianes contra el que esta Fundación se querelló –logrando la imputación del juez– ha sido subvencionado por algún emboscado desde el Ayuntamiento de Madrid, para estrenar una obra en un teatro de la capital (para más inri, en el Teatro Español). El episodio pone de manifiesto los infinitos complejos y la deplorable falta de sensibilidad de los responsables de cultura del Ayuntamiento de Madrid respecto a la cuestión nacional.

Una cuestión de principio: es hondamente inmoral retribuir con fondos públicos, del bolsillo de los madrileños, a un sujeto que ha expresado públicamente su odio a España en términos expresamente violentos, y al que el juez ha imputado un posible delito de incitación al odio y otro de ultrajes a España. Si los responsables del Ayuntamiento de Madrid no rectifican, –máxime cuando Rubianes tiene muchas papeletas para ser condenado– estarán haciéndose cómplices de un enemigo declarado de la unidad y la dignidad de España y los españoles. ¿Tanto pesan los complejos como para cometer semejante error? ¿Y tanto como para no enmendarlo? Esperemos que no.