Estamos viviendo una abierta guerra cultural, declarada por los secesionismos, para disolver la conciencia nacional española.


El informe de Santiago Abascal sobre los libros de texto en el País Vasco es concluyente: nos hallamos ante una clara ofensiva del nacionalismo vasco para extirpar todo lo español en el ámbito cultural y educativo. Esta denuncia sobre el caso vasco coincide con otras semejantes, en los últimos años, relativas a Cataluña, Galicia y otras comunidades.

Los responsables políticos españoles deberían abrir los ojos: desde hace más de tres décadas, las fuerzas secesionistas vienen retorciendo las facilidades de autogobierno que concede el Estado de las Autonomías para volverlas contra España. El actual clima de disgregación nacional es inseparable de esta ofensiva. Pero lo más grave es que el Estado, en flagrante negligencia, se abstiene de emplear los recursos que posee –en el terreno educativo, la Inspección General– para fortalecer los lazos de unión entre todos los españoles.

Sería irresponsable regatear ni un solo grado a la gravedad de la situación: estamos viviendo una abierta guerra cultural, declarada por los secesionismos, para disolver la conciencia nacional española. A esa guerra hay que responder con medidas concretas de política educativa y cultural que devuelvan a los jóvenes la noción de España. Cualquier otra cosa será apostar por el suicidio nacional.