La estrategia del Gobierno empieza a ser muy nociva para la paz de la nación.


El Gobierno y sus aliados han puesto en escena un frente contra la oposición a propósito de los atentados del 11-M. Este movimiento es un error que traerá negativas consecuencias tanto en la propia gestión del 11-M como, más extensamente, en la política general de la nación.

El frente anti-PP es negativo para la gestión del 11-M porque, por muchas vueltas que el Gobierno le quiera dar, lo que está comunicando a la opinión pública es que el poder quiere sepultar el suceso bajo un manto de silencio. No hace falta creer en teorías conspirativas para constatar que en torno al 11-M hay demasiadas irregularidades, en particular en lo que concierne a la manipulación de pruebas. Si tales irregularidades no se investigan, sino que se silencian, nadie podrá exigir a anchos sectores de la opinión que no alienten sospechas.

Y respecto a la segunda cuestión, la salud del tejido nacional, la decisión del Gobierno de constituir un frente anti-PP con sus aliados nacionalistas y comunistas siembra un germen de confrontación con efectos incalculables: no se puede expulsar de la vida pública a la mitad de España sin abrir una brecha gravísima en la convivencia. Máxime cuando sobre la mesa hay asuntos tan delicados como la reforma del modelo de Estado y el proceso de negociación con ETA.

La estrategia del Gobierno empieza a ser muy nociva para la paz de la nación.