Estimados amigos:

Este mes de noviembre se ha caracterizado en España no sólo por la ya acuciante crisis económica, sino también por las formas de atajarla que han de trazar las principales potencias mundiales. Entre ellas, en la denominada Cumbre del G 20 celebrada en Washington el pasado día 15, se encontraba el presidente español, Rodríguez Zapatero, invitado por Nicolás Sarkozy, presidente francés y también presidente de turno de la Unión Europea. Tras la foto de rigor de nuestro presidente y el anfitrión norteamericano, buscada con ahínco durante cuatro años por el primero, concluyen los habituales intelectuales adictos al PSOE que Zapatero ha logrado lo mismo que Aznar: mostrar su sumisión al presidente saliente de los Estados Unidos, George Bush.

No vamos aquí a analizar las conclusiones que se extrajeron en esa cumbre, pero sí nos vamos a centrar en el papel que le fue asignado a España en ella, que dista mucho de la importancia que le han querido dar los citados intelectuales. En primer lugar, Rodríguez Zapatero acudió pero ocupando un puesto que corresponde a la Unión Europea, siempre invitada a este tipo de cumbres y que «sobraba» al encontrarse ocupada la presidencia europea por un miembro del G 8, Francia. La bandera española no ondeó en la cumbre, señal inequívoca de esta circunstancia. Como agravante hay que destacar que la cumbre se amplió al denominado «G 20+1», lo que posibilitó la inclusión de Holanda, país que en ningún momento entró en la puja por ocupar un asiento, dado que no ostenta ninguna característica ni política ni económica especialmente relevante.

En segundo lugar, porque la conducta de nuestro presidente ha sido crecientemente bochornosa. Tras humillar a la bandera norteamericana cuando aún era líder de la oposición, el 12 de octubre de 2003, una vez convertido en presidente del gobierno de España retiró las tropas de Iraq y para intentar compensar tal infamia aumentó la presencia de nuestros soldados en otros lugares como Afganistán o el Líbano, manteniendo ante la opinión pública el grosero sofisma de tratarse de «misiones de paz». Al tiempo que realizaba tales ajustes en la más absoluta opacidad, Zapatero buscaba una reconciliación ante Estados Unidos que nunca llegó. Y como recompensa por la labor de Francia contra la organización terrorista ETA, mostraba un servilismo hacia nuestro vecino que nos retrotraía a las relaciones de propias del siglo XIX, tras la invasión napoleónica que dio paso a nuestra Guerra de Independencia. Algo por otro lado normal en un gobierno que, en plena conmemoración del bicentenario del 2 de Mayo, reivindicó a los traidores afrancesados.

A día de hoy es denostada de forma unánime la Cumbre de las Azores en la que el anterior presidente español, José María Aznar, fue uno de los principales protagonistas, al lado de George Bush y Tony Blair. Pero quienes critican la insignificancia en política exterior de Zapatero harían bien en invocar la denominada «Foto de las Azores» con Aznar, Blair y Bush. En esa cumbre del año 2003, previa a la guerra de Iraq, por encima de absurdos partidismos hay que reseñar un dato completamente objetivo: España había logrado situarse en un lugar de preferencia mundial, sólo comparable al que ostentaba en la época de Carlos III (1759-1788). En el año 1763, España proclamó su papel imperial en el famoso Tratado de París tras la Guerra de los Siete Años entre Francia e Inglaterra. Por si fuera poco, Aznar defendió un papel de importancia de España en Europa frente a los intentos de reducir su representación y poder en la Eurocámara, e incluso al final del año 2003 el PIB español superaba a Canadá, señal inequívoca de que la presencia de España en el G 8 no era tan descabellada como hoy día se insinúa a propósito de la reunión del G 20.

Como contrapartida, tras su victoria en las elecciones del 14 M, Zapatero y su gobierno han intentado labrar una serie de alianzas alternativas con el denominado «Corazón de Europa» —Francia y Alemania— que acabaron en un rotundo fracaso, una vez que el proyecto de Constitución Europea con el que nos comprometió fue rechazado por la propia Francia y fueron sustituidos sus mentores Chirac y Schroeder por Sarkozy y Merkel, quedando en evidencia nuestro gobierno. Además, los intentos de compra —cuando no de compra efectiva— de empresas estratégicas como las eléctricas o petrolíferas como Repsol, hoy amenazada por la rusa Lukoil, sitúan a España en una peligrosa situación de dependencia frente a terceros ante la que el gobierno, más que defenderse, lanza mensajes contradictorios.

En base a este panorama político tan desalentador, cabe plantearse las siguientes cuestiones:

¿Cómo recuperar un nivel de mayor importancia en el mundo y no subordinado a potencias venidas a menos como Francia?

¿Cómo conseguir asegurar nuestros recursos energéticos ante la creciente amenaza de compra de terceros países que desean subordinarnos?

¿Qué alternativa podría proponer España en Europa, frente a los intentos fracasados de la Constitución Europa y el Tratado de Lisboa, que fuera favorable a nuestros intereses?

Ciudades donde se va a celebrar este Observatorio: Santander, Oviedo, La Coruña, Caravaca (Murcia), Badajoz, Madrid, Valencia, La Línea de la Concepción (Cádiz) y Majadahonda (Madrid)