Estimados amigos:

Tras el verano, afrontamos hoy un nuevo curso de análisis y debate sobre la actualidad política, social y cultural española. Ha sido este un paréntesis marcado, sin duda, por cierta “homogeneización” ideológica -llamemos así al proceso-, cierta confusión del principal partido de la oposición, o al menos de su nomenklatura, con el paisaje. Y ello a través no pocas fricciones internas y externas que han confirmado finalmente los peores temores de una buena parte de la sociedad española. Una sociedad que aún no se resigna —no nos resignamos— a ver cómo nuestra patria común se deshace en microestados feudales gobernados por reyezuelos de turno con desmesurados poderes que, paradójicamente, se nutren del mismo Estado que los ha creado y que los autoriza; monstruos consentidos, último subproducto —pensamos— de una Constitución viciada de origen en algunos articulos y que ha permitido situaciones tan aberrantes como la que sufre España.

Pero no nos engañemos: sólo la degeneración de un Estado de derecho mal entendido y de un carta magna pergeñada con debilidad e interpretada con desistimiento no sería capaz, por sí sola, de provocar semejante desbarajuste y perjuicio en el tejido social de la Nación. Desde la Fundación DENAES seguimos señalando con el dedo índice a uno de los peores aliados del separatismo odioso y disgregador: la apatía de los españoles, el inconsciente y profundo desinterés por defender aquello que —nos guste o no— otorga cohesión y marchamo de libertad a nuestro común devenir histórico. Y es que la tergiversación de nuestro pasado alcanza ya límites insoportables, máxime cuando todo un presidente del gobierno es capaz de presentar a España —recordemos, hace apenas dos semanas— como un país “orgulloso de la influencia del islam” en su historia. Olvidando así, qué casualidad, precisamente aquello que a través de siglos de Reconquista y lucha contra el islam ha forjado nuestra unidad, nuestra libertad y nuestra razón de ser como cuna de civilización occidental al mismo nivel de las más avanzadas naciones europeas.

Obviar, esconder o, lo que es peor, desviar este lógico orgullo con mentiras e intereses no sólo es imperdonable en boca de nuestro presidente del gobierno, sino que debería hacer reaccionar al menos a una buena parte de la sociedad española todavía incontaminada de complejos culturales e ignorancia histórica. Este, como sabéis, es uno de los principales frentes de batalla —si no el principal— de la Fundación DENAES desde su mismo origen.

Ahora bien, tampoco podemos esconder en este Observatorio alguna noticia que nos dice que no todo está perdido. La reciente ilegalización de ANV, PCTV y todo el entramado etarra por parte del Tribunal Supremo nos indica que el Estado, ya que no el gobierno, mantiene aún signos de fortaleza. Vista la fatal deriva de la Nación, medidas como esta son insólitas cuando no deberían serlo y escuecen tanto en el tinglado nacionalista que —lo hemos visto estos días— ya se han cobrado la primera sangre de lo que puede ser un largo y doloroso proceso de vacunación frente a los enemigos de la Patria, no exento de víctimas caídas —no lo olvidemos— precisamente por Ella.

Teniendo en cuenta este complicado panorama y al hilo de lo expuesto, queremos formularos las siguientes preguntas:

  ¿Conceden estos últimos signos como el del Tribunal Supremo, aparentemente positivos, una garantía a medio o largo plazo para los españoles en cuanto al mantenimiento de un límite intraspasable incluso para el creciente poder de los nacionalismos?

  ¿Cuál sería la mejor forma de contrarrestar el mencionado bombardeo de manipulaciones y mentiras históricas por parte del poder político y de los medios? ¿En qué instituciones públicas o privadas deberíamos delegar esta importante regeneración cultural y pedagógica? En todo caso, ¿estamos aún a tiempo de hacerlo o ya es demasiado tarde?

  ¿Podemos prever una agudización radical y sangrienta de la violencia separatista a corto plazo?

  ¿Serán capaces algunos sectores del principal partido opositor de frenar, o al menos de corregir, la peligrosa deriva del PP hacia una “normalidad democrática” que asume como inevitable la socavación del Estado por parte de partidos separatistas pretendidamente “democráticos”?